Mujer iroqués

lunes, 5 de mayo de 2014

UN MUNDO FELIZ (II) Ciudadanía, o ¿qué lugar ocuparía nuestro cuñado?


Bien, ya hemos visto que las naciones no tienen mucha cabida en la Europa nazi pero ¿y las personas? Después de todo los nacional cuñadistas piensan que en esa utopía cada uno recibiría su recompensa en función de su valía, y creen que la suya sería muy apreciada.

En realidad, el sitio de cada europeo en la sociedad nazi depende de dos factores: su origen racial y su idoneidad política.

La cumbre social está reservada para los arios de absoluta pureza y perfectas condiciones físicas, comprometidos en cuerpo y alma con el nacionalsocialismo y seleccionados, ya desde niños, en las Juventudes Hitlerianas: superhombres educados en las Napolas, destinados a ocupar los puestos más importantes del gobierno y el Partido.

El resto de la población germánica goza de todos las ventajas ciudadanos, con preferencia para los miembros del NSDAP (que es como decir todos, ya que nadie quiere quedarse fuera del banquete). Dentro de esa masa rubia, empero, no es lo mismo un prusiano que un alemán racial, como los nativos de los Sudetes o los Alsacianos, y estos a su vez están por encima de los germanos fallidos, belgas y holandeses, a los que se presupone demasiado contaminados ideológica y racialmente. Caso aparte son los nórdicos (daneses, noruegos...) de sangre aria tan pura o más como la de los alemanes, pero de entrega nacionalsocialista tibia.

Dentro del Reich también hay etnias inferiores. Los eslovacos, pese a ser eslavos, demostraron su fidelidad antes de la guerra y durante el conflicto, y si bien están por debajo de cualquier germano de sangre, quedan por encima de los checos. Estos son universalmente despreciados, aptos sólo para trabajo servil. Los checos, a su vez, son casi libres comparados con la población esclava del Este.

Fuera de las fronteras germánicas las categorías se convierten en un puzzle. Los ingleses, por ejemplo, son germánicos de estirpe pero políticamente están clasificados como no afines, y su supervivencia como nación se debe a que no se les considera asimilables. En cierto modo están en cuarentena.

Peor suerte han corrido los franceses: su ascendencia francocelta les convierte en un pueblo semigermánico degenerado, más allá de toda posibilidad de arianización, y su histórico enfrentamiento con Alemania (más el aborrecimiento del Führer por todo lo francés) les ha costado el desmembramiento de su nación y una existencia bajo sospecha.

Los aliados del Reich durante la guerra no son germánicos, sino latinos y magiares. Su categoría varía en base a su devoción. Los italianos están en la cúspide por la fidelidad de Hitler hacia su amigo Mussolini*. Les siguen los rumanos, fieles compañeros de batalla en el Este, y más atrás los españoles, que no participaron activamente en la guerra** y los húngaros. Estos son mirados con desconfianza ya que el gobierno del regente Horthy hizo todo lo posible por proteger a sus súbditos judíos. Estos cuatro pueblos son, pues, racialmente inferiores y políticamente afines. De las cuatro naciones, sólo Italia puede negociar con Alemania en condiciones de cierta igualdad. Las otras tres son tratadas con un mínimo respeto: no es que sus opiniones cuenten, pero se procura no humillarles.

El caso español, por cierto, es aún más ambiguo, ya que su entrega ideológica es buena y sus cualidades como combatientes son apreciadas, pero Hitler les considera incapaces de toda evolución política, un pueblo apto para recibir órdenes, no para darlas. Además hay división étnica: las poblaciones de la cornisa cantábrica (gallegos y astures) tienen cierta idoneidad racial, como algunos núcleos de población extremeña***, y al contrario que el resto de los españoles. Sobre todo los andaluces, que son vistos por los nazis como semiafricanos. Por ende, y pese al histórico antisemitismo español, los alemanes han elaborado listas muy detalladas de apellidos racialmente sospechosos, aprovechando la obsesión de los archivos históricos españoles por la limpieza de sangre.

Los vascos suponen todo un reto para los ideólogos de la segregación racial. Es evidente que no tienen ascendentes judíos, pero también está muy claro que por sus venas no corre ni una sola gota de sangre, no ya germana, sino ni siquiera remotamente indoaria.

Los pueblos balcánicos son súbditos de Italia, y los italianos no se preocupan demasiado de los temas raciales. La única excepción son los griegos, debido a la admiración del nazismo por la antigua Grecia. Los griegos son vistos con simpatía por los amos del continente, e incluso hay quien, como Himmler, se empeña en encontrar vínculos raciales entre los antiguos helenos y las tribus germánicas. Claro que Himmler ve vínculos con cualquier pueblo que llame su atención, y hasta ha buscado conexiones raciales entre los alemanes y los japoneses ****

Italia, por cierto, es la única de las naciones no alemanas económicamente independiente. Rumanía, España y Hungría han visto como su escasa industria nacional ha sido adquirida por una red de consorcios alemanes ***** y están integradas en la economía del Reich como suministradores de materias primas y consumidores de manufacturas.

Resumiendo ampliamente, tenemos una Europa dividida en castas raciales e ideológicas, desde la élite gobernante hasta los pueblos serviles. Hay cuatro países con diversos grados de independencia real, aliados de los vencedores, y dos con libertad vigilada, derrotados en la guerra. Dentro de esa telaraña los españoles ocupan un puesto medio-inferior: pueden ocuparse de sus asuntos, pero carecen de influencia como nación. Simplemente son tolerados, y más tarde o más temprano el gobierno de Franco recibirá sugerencias sobre asuntos como la limpieza racial, o la soberanía sobre sus islas.

¿Donde deja esto a los nostálgicos del nazismo en nuestras latitudes? Pues, en el mejor de los casos, serían ciudadanos de tercera, habitantes de países de tercera, y en los peores, dependiendo de sus apellidos, entrarían a la categoría de cuarterones, parcialmente judíos, e incluso, directamente subhumanos, como los chuetas. Y eso los españoles, con nacionalidad propia: los griegos de Amanecer dorado, por ejemplo, no serían aptos ni para limpiar botas en la Europa Nazi y se podrían dar con un canto en los dientes de ser súbditos del Duce. En realidad nuestros fervorosos neonazis deberían estar más que agradecidos a la victoria aliada del 45, pero ni la gratitud ni la memoria caben en cerebros acostumbrados a rebuznar.

Por cierto, todo lo anterior se refiere, exclusivamente, a los hombres. Las mujeres, en el ideario nacionalsocialista, no existen jurídicamente como personas. Se las considera débiles mentales, y no pueden realizar ninguna actividad ajena a la maternidad y el cuidado del hogar sin permiso expreso de sus padres, hermanos, maridos o hijos. Están obligadas a procrear por el bien de la patria y no deben distraerse de esa sagrada labor. Además se les aplica la legislación racial en un grado más, ya que si bien se considera socialmente admisible que un alemán****** se case con una mujer de categoría inferior a la suya (no son raros los matrimonios con mujeres italianas, por ejemplo), bajo ninguna circunstancia se acepta que una alemana haga lo propio con un latino o un eslovaco.

* La amistad entre ambos dictadores se cimentó durante la crisis del Anchluss. Hitler no olvidó el apoyo de Mussolini ni siquiera en sus horas más bajas, de ahí que ordenase su liberación cuando fue recluido en 1943.

** La División Azul era una división nominal del Heer alemán, no una agrupación militar española, así que en el mejor de los casos puede considerarse a España como nación simpatizante, no como aliada

*** Descendientes de las repoblaciones con emigrantes alemanes en tiempos de Carlos I

**** El ReichsFührer se empezó a interesar por Japón durante la guerra, tras recibir como regalo por parte de la embajada nipona unas espadas antiguas y algunos textos sobre el bushido. Enseguida se lanzó a buscar pruebas de un origen ario de los japoneses. Las obsesiones de Himmler eran comentadas por Hitler con grandes burlas en sus conversaciones privadas

***** Ese proceso empezó en España casi al acabar la guerra civil y sólo la derrota nazi cortó la creciente influencia germana en la industria y, sobre todo, la minería.

****** A excepción de las élites, obligadas a salvaguardar su pureza racial por ley.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Genial trabajo!!
Me está encantando de momento esta ucronía.
Solo una cosa, no creo que los nazis crean que cada uno sea recompensado según su valía, lo digo porque tengo un amigo de la infancia que era uno (en realidad es todo paripé, sus padres son sociatas y lo que pasa es que simplemente le mola ser "malote", llevar camisetas de las SS y recitar las 14 palabras) y en una ocasión dijo que de verdad le importaban una mierda los méritos que hiciera un negro para ser presidente de EEUU o lo preparado que estuviera, porque no por ello deja de ser alguien inferior y "no apto" para tan alta responsabilidad.

José Antonio Peñas dijo...

Bueno, si lo piensas es lógico, desde su punto de vista SÚ valía es la que cuenta, las otras no son buenas.