Mujer iroqués

domingo, 29 de diciembre de 2013

OTRO AÑO DE TRABAJO (y van... )


Al margen de que cada día sea más difícil ganarse los garbanzos. Y más, y más...

... no por ello dejo de estar contento con lo que hago. Me gusta mi trabajo. Me gusta ilustrar. Me gusta, sobre todo, cuando puedo dar rienda suelta a mi creatividad, ya sea en solitario o en colaboración. Porque algo que mucha gente no entiende es que, aunque las manos sean mías, tras un trabajo concreto puede haber, realmente, varias mentes.

Es el caso de las portadas que hago para Muy Interesante. Detrás de cada una hay muchas horas de análisis y debate. ¿suena caótico? puede que a veces lo sea, pero es productivo. Y como muestra un par de botones. Como la imagen sobre envejecimiento que encabeza esta entrada, que no fue a portada pero se usó como apertura del artículo. Antes de la primera pincelada (y requirió muchas) hubo que tener claro el concepto. Sólo así puedes avanzar. Y lo mismo, multiplicado por diez, podemos decir que esta otra sobre el camino de la Humanidad.  Primero ¿humor o seriedad? Segundo, plantear la escena. Tercero, ejecutar el trabajo inicial y luego cuarto, quinto, sexto... repasar detalle a detalle hasta llegar al resultado deseado.

Eso no significa que las ideas que dejamos a un lado en el proceso se desechen. Una de las alternativas que barajamos fue esta imagen más conceptual que desarrollé a la vez que la portada, para usarla como apertura. Técnicamente mucho más sencilla de resolver, pero no por ello menos interesante, creo.

Por supuesto hay ocasiones en que sólo cuenta mi visión, ya sea porque el cliente confía en mi criterio o porque la primera idea es la buena. Sucede así con esta ilustración para la Agencia SINC, sobre nuevas modas en el entrenamiento de los atletas. Aquí, según me pasaron la información, lo vi. El resto fue echarle horas y esfuerzo. Y lo mismo sucedió con la otra imagen, una de las más exitosas que he hecho este año, para ilustrar una nueva especie de crustaceo. Quería reflejar el asombro que puede depararnos la ciencia, día a día, y creo que lo conseguí plenamente (y de paso, junto al asombro, el escalofrío que nos ocasiona lo realmente extraño)

Otras veces el trabajo es de comprensión. Al construir el mecanismo de antikythera (en diciembre del año pasado pero no se ha publicado en Muy hasta bien entrado 2013) no pude ponerme a modelar nada sin entender antes, siquiera aproximadamente, su estructura. Me llevó dos semanas estudiar los esquemas, pero mereció el esfuerzo, ya que esa mecánica contiene (para mí) una fría pero intensa belleza.

Aquí (apertura del dossier sobre antiguos guerreros publicado en Muy Interesante este otoño) tuve clara la escena desde el primer momento. Una vez resueltos los aspectos técnicos (esos tonos rojos fueron un verdadero dolor de cabeza) y las poses de los modelos, ya fue solo cuestión de renderizar y pulir detalles. El 3D es una herramienta muy poderosa, pero la clave de la imagen no es la tecnología sino la composición de las figuras: la pose desafiante del samurai, arropada por las otras cuatro, no inexpresivas sino expectantes.

Claro que el 3D no sólo vale para el realismo o la tecnología. También es útil para la abstracción, como pude apreciar cuando me propusieron ilustrar una doble página de Muy con los vientos más característicos de nuestras tierras. Y no podían faltar los dinosaurios, que sé que los estabais esperando, picarones, que os conozco bien y sé que los celebráis tanto como yo. Pero ese proyecto aún sigue en marcha.



En ocasiones lo difícil es lograr que los detalles sean comprensibles. Me pasó con esta ilustración sobre la estructura interna del clítoris femenino para Muy Interesante. Hubo que darle muchas vueltas para asegurarme de que el lector entendiera como funciona el invento. Y hube de repasar bastantes imágenes para document... vale, de acuerdo: me pagan por dibujar vulvas. Mi trabajo mola un montón, mi espíritu marranete da saltitos cuando lo pienso y me salió una preciosidad de genitales. 

Incluso sin figuras humanas es posible conseguir un buen nivel de dramatismo. Como en esta recreación del uso naval del fuego griego para SINC. Aquí si hubo que darle muchas vueltas, sobre todo a la hora de explicar el funcionamiento químico. Debo añadir que su publicación fue muy bien acogida por el público friki, por asociación con el siniestro fuego Valyrio de GOT.

Por supuesto un trabajo puramente técnico puede ser un desafío apasionante. Así fue al dar color a la célebre fotografía de la Madre Emigrante, una opción que se barajó para la portada del Muy Historia dedicado a las crisis. No se llegó a emplear, pero fue un ejercicio excelente de retoque fotográfico, y de cuando en cuando viene bien un poco de entrenamiento.

Y el humor sigue siendo uno de los campos donde más cómodo me muevo. Entre otras cosas porque, siendo un concepto tan subjetivo, tengo cancha abierta para mi creatividad y porque, para que voy a negarlo, me divierto, y si no fuera así no funcionaría. Y con esta recopilación de prohibiciones absurdas para el Muy Extra P&R me reí a gusto. Sobre todo con el monje incinerado.

Otra de las cosas que me encantan de hacer humor es lo que disfruto con los lápices. puedo dejarme llevar  y lanzar trazos sueltos y nítidos, o rayar sin tapujos. Mancho mucho el papel pero, en medio del desbarajuste, veo brotar la idea y ese momento merece la pena (y en el boceto que podéis ver, no pude evitar el canturrear tralarí tralará voy a casa de mi abuelitaaaaaa 

Este año, además, me ha deparado un placer inesperado. El de pintar a mano. De forma digital, de acuerdo, pero a la antigua usanza, pincelada a pincelada. Hacía tiempo que no podía dedicarme a ello, por problemas técnicos (el painter 4, con el que estaba tan a gusto como con unos calcetines cómodos, dejó de ser compatible con los OS actuales, y las versiones superiores son inmanejables de puro sofisticadas). Por suerte, una aplicacioncita gratuita (painterSketch) me ha permitido volver a disfrutar de las acuarelas virtuales.

 Primero vino una propuesta para ilustrar diez duendes hogareños en el Muy P&R. Empecé con un poco de miedo al resultado final, no tenía claro como manejarme. Pero, una vez le cogí el tranquillo a los pinceles, disfruté como un enano. Sobre todo con el gnomo clásico de la esquina, sobre la mesa. Estoy especialmente orgulloso de ese fragmento, por la vela, la luz y las texturas. Fueron muchas horas, pero bien aprovechadas.

Siguió un tema de personajes misteriosos. Centré la imagen en la condesa Bathory y me lié a darle brochazos de rojo. Luego la enmarqué con las miradas de Rasputín y Crowley. Los otros dos personajes (el niño salvaje y el maestre templario) no tenían nada especialmente interesante, pero me sirvieron para equilibrar el encuadre. En la segunda doble página tampoco había ningún personaje demasiado llamativo, salvo el hombre elefante. Y debo reconocer que ahí no disfruté: me documenté con las fotos reales de ese desdichado y, mientras iba aplicando veladura tras veladura, me iba sintiendo más y más angustiado. El tema, por cierto, iba a publicarse en el Muy P&R pero al final fue al magazine mensual.

Hace poco terminé otras tres acuarelas sobre herejes para Muy Historia, especial Religión (debería estar ya en kiosko o casi). No sólo he disfrutado con la pintura, también con la recreación. De los antiguos no hay fuentes gráficas, así que he tenido que imaginar su aspecto. Como Cerinto, el ebionita, al que traté de reflejar con aire austero, casi primitivo. Con otros como Darwin y Erasmo hay más documentación, pero preferí salirme de lo canónico para hacerlos más desenfadados (ambos tenían un gran sentido del humor) Y, para que negarlo, dibujar a Darwin fue un placer por sí mismo, aparte de quedar muy contento con el aspecto de las ropas.

Sólo me queda añadir que también he pintado un poco por placer. Bocetos, algunos retratos.... algo que no hacía desde tiempo atrás. Y puedo aseguraros que ha merecido la pena. Probablemente el mejor dibujo que he hecho este año lo hice sin obligación, y con toda seguridad es el que más he disfrutado. Pero tendréis que confiar en mi palabra. Fue un regalo, y sólo una persona puede verlo.

Sí. Tú.

jueves, 26 de diciembre de 2013

HIJOS DE TIRO (VI) Gentes valientes



Tras someter Grecia a sangre y fuego, Alejandro marcha sobre Asia. Un gobernante prudente aprovecharía el dominio del mar para frenar la amenaza. Los fenicios pueden alinear más de 200 galeras y, a las órdenes de Mennon de Rodas, el audaz comandante mercenario del Asia Menor, podrían cortar el paso al macedonio en el Egeo. Pero Darío III no es ese gobernante, y los cananeos no serán llamados hasta que sea demasiado tarde, tras el desastre del Gránico. Le siguen la caída de Mileto y Halicarnaso, donde los navegantes, en un gesto de desesperado valor, se internan en el puerto cuando las murallas ceden, para rescatar a todos aquellos que logran alcanzar los muelles.

Muerto Mennon, Darío, derrotado en Isis, huye más allá del Eufrates. Los fenicios asumen que el dominio medo ha llegado a su fin, y deciden regresar a sus puertos para tratar de salvarlos.

Aradus, Marathus, Sigon, Mariamme, Biblos, Sidón, Tiro... todas se someten al invasor. El Gran Rey pierde a la vez su flota y la costa de Siria, dejando libre el camino a Egipto.

El monstruo puede avanzar hacia el delta sin obstáculos, en una marcha triunfal. Pero no le basta la rendición de los cananeos: desea su humillación, y anuncia su propósito de acudir a Tiro para sacrificar en el templo de Melkart. Junto a su ejército.

El mensaje es claro, cuando Alejandro se marche, sus tropas permanecerían allí. La ofensa es doble: los navegantes han acudido voluntariamente a ofrecer sus barcos al conquistador, y éste borra de un plumazo su libertad. Intentan razonar con el joven general, pero su soberbia es más alto que los muros de Tiro. Exige que abran sus puertas sin condiciones y reune a sus tropas.  

La isla se apresta a la defensa. Décadas de guerra han agotado sus fuerzas, pero no su valor.

Los tirios intuyen que ésta será su última batalla. Antes de que sea tarde, embarcan a sus familias, hacia Cartago, donde encontrarán amigos y refugio. Casi 10000 personas logran hacerse al mar antes de que lleguen los invasores. La población de Palae-Tyrus se refugia en la isla y el puerto se cierra.

El macedonio espera la rendición. Al no recibirla, ordena que la ciudad sea destruída hasta sus cimientos. Los poliorcetas empiezan a construir un espigón para atravesar el canal y llevar la falange al pie de los muros, a pie seco.

No es tarea fácil. La corriente es intensa y, pese a medir solo 750 m, el canal es profundo. Los tirios disparan desde sus muros contra la cabecera de la obra y, durante la noche, se lanzan al mar, nadan hasta la obra, bucean y destrozan los cimientos. A fin de proteger la construcción, Alejandro ordena instalar torres de asedio en el frente de avance, y muros a los lados del espigón. Luego deja el asedio a sus comandantes y parte a organizar sus fuerzas, para seguir la lucha cuando la ciudad caiga.

Poco después, los tirios lanzan su golpe. Cargan de brea y leña su mayor barco y, al amparo de la noche, se lanzan a favor de la corriente, remando como posesos y colisionando con el espigón, casi partiéndolo en dos. El enorme pecio empieza a arder y el fuego se extiende por las obras. Cuando los macedonios tratan de extinguirlo nuevas embarcaciones se unen a la lucha y expulsan a los defensores. Finalmente, lanzan sus anclas, las enganchan en los troncos que sostienen toda la estructura y ponen toda su alma en los remos, arrancándo los cimientos de cuajo. Agotados, los supervivientes regresan al puerto entre los gritos de la población, que les vitorea desde los muros.

A su regreso, Alejandro ve que el espigón ha desaparecido. Nunca se ha sentido tan furioso: nadie le ha desafiado jamás como Tiro. Ordena retomar las obras de nuevo, más a favor de la corriente, y exige a los demás puertos que le suministren barcos, reuniendo más de cien galeras: Por hambre o por fuerza, la ciudad pagará su osadía. 

Y en ese momento, Chipre, hasta entonces leal a Darío, se entrega al macedonio, ofreciéndole otro centenar de naves. 

Ahora el mar es suyo.

martes, 24 de diciembre de 2013

DIARIO DE LA PATERNIDAD RESPONSABLE (XVIII) Las hormonas y sus chispeantes consecuencias

(Las imágenes que acompañan esta entrada pertenecen a la tira Zits, de J. Scott. Ya tardáis en haceros con ella)

Si esto de criar hijos fuera una tarea lineal, no sería demasiado complicado. El chaval iría creciendo ordenadamente, no sólo de cuerpo sino de raciocinio, y eso nos daría una idea de como serían los siguientes pasos con una razonable previsión. Podríamos calcular, por ejemplo, las necesidades de ropa, con una mínima desviación de la media, y sabríamos a qué atenernos en cuanto a la madurez, que iría aumentando a la par que la estatura. A más centímetros, más sensatez, y esas cosas.

Entre el parto y, pongamos, los 10-11 años eso entra dentro de lo razonable. Lo malo es que uno se acostumbra a esa norma y te haces la ilusión de que lo tienes todo controlado y nada podrá sorprenderte. Entonces (música siniestra de fondo, percusión en tonos graves que va en aumento) llegan LAS HORMONAS (estalla un relámpago al fondo y la escena tiembla por los truenos acompañados de un CHANCHANCHANNNNNNNN)

Al principio no notas nada demasiado llamativo, sólo que el mozuelo tiene de pronto un rizado matojillo de pelos alrededor de los güevos. Pero ¡ay, amigos! esos pelos no crecerían sin fertilizante, y su presencia indica que el fertilizante está recorriendo sus venas impetuosamente. Consejo para padres creyentes: llegado ese momento ya podéis haceros cruces.

El primer síntoma es el hundimiento de tu ordenado plan de vestimenta. De pronto en vez de un niño en crecimiento tienes algo parecido a la criatura del doctor Frankenstein, así, como construido a retales. Una mañana descubres que te ha pegado un estirón piernil y los pantalones le quedan pesqueros, pero los brazos siguen en su ser así que tienes un alargadísimo bracicorto de tórax ridículamente pequeño. Por suerte se tiene en pie ¡como para no! después de todo, un mes atrás has descubierto que su pie calza de repente un 45. Y digo de repente porque las últimas deportivas que le compraste eran un 41 y ya te parecieron enormes. Y el armario donde guardabas su calzado ahora parece una atarazana llena de galeras listas para su botadura*.

Por suerte yo calzo un 41 y he podido heredar sus botas. Ríanse, pero eran buenas y me vinieron al pelo.

Dicho sea de paso, sus deportivas, además de gigantes, parecen tener el don de la ubicuidad: te las encuentras tiradas en cualquier parte, generalmente en zonas de paso. Y si no las ves, las hueles.

Esa es otra. No sé de que están hechas las hormonas esas, pero por como le cambia el olor a sus felices poseedores yo diría que tienen una base de cadaverina con toquecitos de cabrales muy curado. Sumémosle que los varones se ven afectados de una suerte de hidrofobia repentina (a veces hay que empujarle dentro de la ducha con un palo) y entenderéis por qué es necesario ventilar a menudo su dormitorio y cambiar la ropa de cama antes de que le haga un agujero químico.

Y hacer una fuerte inversión en palos para empujarle dentro de la ducha, más unos fórceps para sacarlo, porque luego no quiere salir** y los pantanos cada vez llevan menos agua.

En el caso femenino, por consultas a otras madres, he descubierto que el tema de los olores es menos grave. Paradójicamente, el consumo de agua es incluso mayor, porque ellas se ven afectadas por el síndrome del lavado compulsivo, aunado al ¿qué me pongo? (con los consiguientes problemas de mantener en condiciones el vestuario de una moza que igualmente varía de dimensiones relativas y absolutas en menos de una semana)

Y lo que abultan. Casi es imposible moverte por la casa sin tropezar con alguna de sus extremidades ¿es que son extensibles, al estilo Reed Richards?

Otro interesante efecto de las hormonas es el facial. Tenemos el cambio de proporciones, que nos lo deja cabecipequeño (o será que como le miro desde abajo la cabeza se ve chica por un efecto de perspectiva) más esos cuatro pelillos sombreados en su labio y el alegre añadido de los granos. No demasiados, parece que mis genes van ganando la batalla. Pero qué poca resistencia al dolor: cada vez que le hacemos una limpieza, tras vaporizar bien para abrir los poros y no hacer masacres, suena como si le estuvieran degollando con una piedra no muy afilada. El caso es que, pese a todo, sigue siendo un chaval guapo, así que creo que será un adulto bastante presentable***.

Presentable de cara, que no de habla: o bien le da por hablar atropelladamente, y sin un hilo conductor racional, o nos responde a todo con monosílabos y gruñidos. Y tampoco muy presentable de carácter, porque no resulta extraño decir, hola, D, buenos días, y recibir de vuelta un ¡MAMÁ, PAPÁ ME ESTÁ GRITANDO!


Literal. Todo le ofende, todo le molesta, todo le parece inaceptable. Pedirle que guarde sus barcas, digo sus deportivas, es un ejemplo de maltrato dickensiano. Preguntarle si se ha lavado resulta una muestra de desconfianza paranoide digna de Stalin. Obligarle a acostarse a las 11 en días lectivos es un agravio punible por el tribunal de la Haya. También encuentra altamente ofensivo que nos tomemos una cerveza y a él no le ofrezcamos (ganas me dan de hacérsela beber para que vea que sabe a rayos) o que  nos demos un abrazo sin incluirle a él en el abrazo. Pero solo en privado y bajo techo porqueeeeeee....

... no sólo se le ofende fácilmente, también se le avergüenza. Por ejemplo, si nos cogemos de la mano en la calle y hay alguien cerca, como a unos 1500 metros, que pudiera identificarnos como sus padres, murmura y protesta para que dejemos de abochornarle. Estoy esperando impaciente al final del curso para esperarle a la salida del insti, darle un beso antes de que pueda reaccionar y decirle ¿cómo está mi pocholín? delante de toda su clase.

Tanta investigación y tanta leche ¿y aún nadie ha encontrado algún medio de equilibrarles el flujo hormonal a los adolescentes? Eso sí que sería un avance para la humanidad, y no sacar un nuevo iPhone6 que pese seis miligramos menos que el anterior y sea una micra más fino.

Y si no hay dinero para investigar ¿sería tanto pedir que se restablezca el servicio militar, haciéndolo mixto****, adelantándolo a los 14 años y prolongándolo hasta los 21? Ofrezco mi voto al primer partido que afronte con firmeza ese escabroso tema. Piénsenlo, señores militares, contarían con tropas entusiastas, llenas de energías y, probablemente, inmunes a los agentes químicos más agresivos.

Eso sí, el gasto en uniformes no se lo envidio.

* Los que cantan la belleza adolescente en plan Lolita o Muerte en Venecia deberían darse un garbeo por un instituto para ver una galería de los horrores en todo su esplendor

** Sí. Es por lo que estáis pensando.

*** Y bien armado. Menuda tranca gasta el mozo. Y ahí mis genes no han tenido nada que ver.

**** La cuestión mixta se añade a petición de mi amiga S, que no está dispuesta a que yo me libre de mi vándalo y quedarse ella con sus dos bestezuelas en casa por una estúpida cuestión machista

jueves, 12 de diciembre de 2013

MICRORELATOS

- Voy a aprender a vivir sin respirar.
- ¿Por qué?
- Así sabré cómo sería vivir sin amarte.

Fracasó. El último aire que exhaló fue un Te Amo.


jueves, 5 de diciembre de 2013

HIJOS DE TIRO (V) Gentes leales


Las crónicas griegas muestran a los persas como tiranos y opresores. Las fuentes no helenas, como los textos deuterocanónicos, reflejan una realidad muy diferente, un imperio universal apoyado, no en la fuerza, sino en el respeto a las costumbres y leyes de los pueblos que lo integran. Comparado con la tiranía macedonia que vendrá, la era persa es recordada por los judíos como una edad de oro.

Los fenicios, tan celosos de su independencia como los hebreos, ven el dominio medo como una bendición tras dos siglos de guerra y turbulencias. Las flotas de Canaan se integran en la floreciente economía persa. El Gran Rey garantiza paz y seguridad para barcos y caravanas, comunicaciones seguras, sin miedo a saqueos o abusos, y rutas comerciales directas desde Egipto hasta la India.

Con Darío se añaden a la ecuación una eficiente red de postas y un sistema monetario universal, basado en el desarrollado en Lydia. En vez de barras de metales preciosos, los barcos llevan dáricos de oro y plata, de valor tan estable que hasta los griegos los prefieren a sus dracmas.

El sistema fiscal del imperio es razonable, sin tributos en especie. El tesoro recauda impuestos regulares de acuerdo a los censos de cada satrapía, no en base a las riquezas de sus habitantes. Las ciudades cananeas, en la V satrapía, pagan una contribución de 300-400 talentos anuales, fácilmente compensada por los beneficios que supone la protección imperial.

También se espera que sus barcos acudan en apoyo del Rey, siempre a petición del monarca y previa consulta al consejo. Es un gobierno autónomo, una asamblea de notables de las ciudades, encargada de legislar, recoger los impuestos y resolver los conflictos de la región, sin intervención de Persépolis.

Navegan cuando Chipre se une a la rebelión de Aristágoras, en el 497, y sobre Mileto, en el 495, donde el propio Miltíades apenas logra escapar hacia Atenas. En dos ocasiones se enfrentan con la flota ateniense, vencedora en la batalla de Panfilia, derrotada en Lade. Y cuando Darío acomete la conquista de Grecia en el 490, los fenicios trasladan a sus soldados hasta la llanura de Maratón, donde serán vencidos por los hoplitas atenienses a la vista de los navegantes.

La derrota no debilita la lealtad de los fenicios. Jerjes repite la intentona en el 480 y acuden a su llamada. Toman parte en la construcción del gran canal de Athos. Ayudan a lanzar el puente que unirá ambos continentes. Abastecen al ejército. Finalmente, en Salamina, pese a no estar de acuerdo con la decisión del rey de presentar batalla (pues conocen muy bien lo peligrosos que son los trirremes de Temístocles) ocupan el puesto más peligroso, directamente frente a los barcos de Atenas.

Tras el desastre, Jerjes busca culpables, y los fenicios son su cabeza de turco. Literalmente, ya que los primeros capitanes que se presentan ante él tras la batalla son decapitados. Sombríos, furiosos, desengañados, los cananeos embarcan y dejan la flota y el servicio del Rey. No hay represalias, Jerjes sabe que ha sido injusto. Los navegantes no lucharán más hasta el 465, cuando la propia Chipre se ve amenazada. Se hacen de nuevo a la mar, a las órdenes de Tithraustes, hijo de Jerjes, en un intento desesperado de proteger sus colonias, perdidas definitivamente tras la derrota de Eurymedon.

Durante los siguientes 75 años los fenicios navegan de nuevo en apoyo del imperio. Primero, protegiendo sus costas y las egipcias de los barcos helenos, derrotándoles en varias ocasiones. Luego, durante las guerras entre los propios griegos, apoyando a unos u otros. El 394, las naves fenicias combaten en Cnidus junto a los atenienses, ayudándoles a recuperar el prestigio perdido en Egos Potamos. Un año después, su flota protege la reconstrucción de los Muros Largos que defienden el Pireo. Finalmente, en el año 387, las galeras cananeas acuden en apoyo de la escuadra espartana, forzando a los contendientes a firmar la Paz de Antáltidas, que pone fin a las guerras corintias y convierte al Gran Rey en árbitro de los asuntos griegos.

Los cananeos mantienen sus lazos de amistad con los helenos. Los barcos griegos son bienvenidos en los puertos fenicios. Sidón dispone de embarcaderos propios en el Pireo y exenciones de tasas. Con la nueva paz, viajeros y comerciantes griegos contratan sus servicios para viajar entre ambas costas del Egeo. No más batallas: los fenicios vuelven a hacer lo que mejor saben, navegar y negociar.

A partir del siglo IV el poder persa empieza a declinar por las crisis sucesorias y el deterioro del aparato administrativo. Egipto se independiza en el 405 y Chipre sigue sus pasos en el 391. En el 366, el sátrapa Ariobarzanes de Frigia se declaró independiente del Rey Artajerjes II y hacia el 362 las satrapías de Capadocia, Mysia, Frigia, Lydia, Siria, Cilicia… están en abierta rebeldía.

Sidón se alza en armas el 351, y el faraón Nectanebo II envía en apoyo de los cananeos 4000 mercenarios al frente de Mentor de Rodas. Griegos y fenicios luchan, codo con codo, expulsando a las guarniciones y derrotando a las tropas de Siria y Cilicia. Finalmente, Artajerjes II encabeza una poderosa expedición de castigo. Tennes, señor de Sidón, se rinde sin luchar y abre sus puertas, abandonando a sus ciudadanos. Muchos sidonios se suicidan junto a sus familias, otros logran embarcar hacia Tiro. La ciudad arde y Tennes es ejecutado: Artajerjes no paga a traidores.

Los demás puertos negocian y el rey prosigue su marcha, reconquistando Egipto y Chipre. Los fenicios vuelven a dedicarse al comercio, sin pensar más en la lucha. El futuro parece halagüeño, el orden restablecido hace que la economía fluya y las riquezas viajen.

El futuro no llegará. Lejos de allí, al noroeste, en la Hélade, se ha alzado un monstruo sediento de sangre, decidido a prender fuego al mundo.

Se llama Alejandro.

martes, 26 de noviembre de 2013

POR QUÉ APOYO AL FEMINISMO (II)



Los últimos diez, doce años, me han llevado desde una postura, digamos, concienciada, a una actitud sobre el feminismo más comprometida y activa. ¿Porqué ha sido así?

Como ya he comentado en otras ocasiones, observo y analizo todo lo que me rodea, y lo que veo es que, en estos años, en vez de avanzar en pro de una igualdad real, nos hemos estancado en unas apariencias que le parecen bien a todo el mundo. O mejor dicho, a todo el que no tiene que sufrir la realidad.

Nos bombardean a diario con un ideal femenino. En los medios, en la publicidad, en el día a día... debes ser una gran profesional, mantener siempre tu aspecto impecable, estar en forma, vestir a la moda, tacones vertiginosos, la lencería más atrevida, depilarte, conseguir un peso optimo, ser la amante perfecta y, por supuesto, prohibidas las arrugas, canas, celulitis, ojeras... , envejecer esta vetado.

Claro que hay un modelo ideal masculino, pero sus costuras son mucho más holgadas. El madurito galán puede ligar con jovencitas porque sus canas le sientan bien, y en las comedias el gordo picarón se liga a la maciza. Pero nunca vemos a la chica gorda* conquistar al guapo, y la cincuentona que liga con jovencitos es presentada como una depredadora (¿no las llaman cougar?)

Las niñas no sólo reciben el mensaje de que su misión en la vida es hacer cocinitas, limpiar la casa e ir de compras  sino que además les indican que hay que agradar a los chicos. ¿Creéis que exagero? en el último carnaval pasé por la sección de disfraces INFANTILES del Corte Inglés.Los de niña eran de princesa-enfermera-hada-vampira, o de princesa-enfermera-hada aputonada (el de vampira es aputonado, sí o sí). Y en halloween se suma el de zombie aputonada. Por cierto, varios de esos disfraces incluían tacones altos y relleno en el pecho, al menos en las modelos fotografiadas (de 7 a 10 años)

Si salimos de las pantallas y bajamos a la calle, el panorama es desolador. Al comienzo de la crisis se despidió mayoritariamente a mujeres, y hubo políticos, empresarios y obispos justificandolo como lo normal, porque ese sueldo no era el importante, sino el que usaban las mujeres para sus caprichos, mientras el del marido era para vivir. Ergo lo normal es que la mujer dependa económicamente de otra persona.

La parte más dura es el maltrato. Tenemos a los que dicen que en realidad el maltrato de género no existe. Están los que dicen que sí, pero que antes no lo había**, luego el problema es que las mujeres se han independizado y por eso hay maltrato. Y luego los que afirman que en realidad los maltratados son los hombres y hay miles de muertos pero una conspiración del lobby feminazi con los medios ocultan los datos. Es más, esos miserables se presentan como víctimas y exigen la retirada de la ley al respecto porque hay denuncias falsas.

Sí, hay denuncias falsas, pero con las cifras reales en la mano (no las mentiras que difunden desde las asociaciones de maltratadores) no son más que las que hay en cualquier otro delito, y nadie exige la abolición de las leyes sobre la propiedad privada porque alguien denuncie en falso un robo. Por mucho que psicólogos, políticos o sociólogos busquen explicaciones alternativas, tras de la muerte de una mujer a manos de su pareja está su convencimiento de que esa mujer es de su propiedad.

En nuestra familia hemos vivido otra de las maniobras de ese hatajo de ratas, la exigencia de la custodia compartida. Sobre el papel, algo muy deseable. En la realidad, el modo de dejarle al maltratador un arma para seguir martirizando a su víctima: sus hijos. Como los puntos de encuentro o toda la parafernalia que rodea al falso SAP, la excusa favorita de los pederastas.

Y si señalas estas o cualquier otra injusticia, desigualdad o discriminación, enseguida salta el coro de lamentaciones, con tópicos como...

- La igualdad ya existe, luego el feminismo es innecesario.
- El rol femenino es natural y salirse de el es ir contra la naturaleza.
- Las feministas odian a los hombres y quieren esclavizarlos.
- Es mejor educar a las niñas por separado, porque son distintas a los niños.
Las feministas son.... (póngase feas, gordas, marimachos, malfolladas, tortilleras... cualquier apelativo relacionado con el aspecto físico o la sexualidad)
- Los hombres son tan víctimas como las mujeres porque el maltrato es recíproco.
- El  lobby de las feminazis-hembristas llena los noticiarios de mentiras.
- La culpa es de ellas por vestir como visten.

Traducción: si todo el mundo disfruta de mis mismos derechos y oportunidades, dejaré de ser un privilegiado, luego las cosas están muy bien como están***.

Sí. Me he radicalizado. Y no creo que vaya a atemperarme. Con la excusa de la crisis algunos sectores políticos (y no siempre de derechas, muchos izquierdistas prefieren a las mujeres en su sitio) intentan volver a los tiempos anteriores a Clara Campoamor, empezando por recortar la libertad sexual. Con la impunidad otorgada bajo mano por el gobierno, y el apoyo descarado de las facciones más rancias de la Iglesia española (Hazte Oir, Foro de la Familia, Camino Neocatecumenal...) los machitos rebuznan más y más. Y día a día, el hecho de ser mujer supone tener que luchar y soportar el doble para conseguir la mitad.

No, la igualdad no existe, y nos queda aún muchísimo por andar.

Me han llamado feminazi, hembrista, sometido, lametacones, marica, y algunas cosas más. Me resbala. Sé quien soy y sé además que cualquiera que use esos términos no merece ni un instante de mi atención.

Soy feminista. Y sólo dejaré de serlo el día en que, de verdad, ser feminista sea innecesario.

* Si es gorda, adelgazará y sorprenderá al guapo, que descubrirá que era una persona mucho más maravillosa que la rubia tetona. Pero antes adelgazará. Si es fea, se operará. Y en ambos casos, si tiene gafas, se las quitará.

** Lo que no había era denuncias, porque no era delito apalear a la mujer o a las hijas. De hecho, hasta primeros de los 70 matar a la esposa sólo era falta (no delito) si se aducían sospechas (que no evidencias) de infidelidad

*** Esto se aplica igualmente a los derechos de los homosexuales, y en los EEUU se usaron esos mismos argumentos en defensa de las leyes segregacionistas. Como si la igualdad de derechos mermara el valor de los mismos.

sábado, 16 de noviembre de 2013

HIJOS DE TIRO (IV) Gentes libres

Los cananeos procuran mantener el equilibrio entre los poderes de la zona para preservar su independencia. Así, aunque tienen relaciones estrechas con Egipto, su poderoso cliente al Sur, lograrán salir adelante en el largo pulso entre los faraones y los hititas.

La llegada de los Pueblos del Mar lo altera todo. Hatti sucumbe. Egipto logra sobrevivir pero su poder queda mermado. Sidón ve sus tierras asoladas por los invasores y pierde su situación de privilegio a favor de Tiro. Y entran en el escenario nuevos actores con los que no sera posible razonar: los asirios.

Hacia el 740, Tiglath-Pileser invade Canaan, pero no impone condiciones demasiado duras a los puertos. Su hijo Salmanassar, en cambio, exige fuertes tributos en forma de ricas mercancías, púrpura y cedro. Esto enfrentará al Palacio con los navegantes y el Templo, ya que son estos quienes pagan el tributo. Entonces el imperio aumenta sus demandas y ordena que las ciudades acojan guarniciones asirias. Algo que los fenicios no pueden aceptar, sobre todo Tiro.

Tiro, construida sobre una serie de islotes cercanos entre sí y paralelos a la costa, está separada de tierra firme por un canal de unos 700 m. Los islotes, unidos tras años de trabajo, forman un recinto fortificado con un muro que en sus puntos más altos, aprovechando los enormes arrecifes, alcanza los 25* m. La ciudad tiene dos puertos, enlazados por un canal interior en tiempos de Hiram, el constructor del Templo de Salomón. Los astilleros y buena parte de las factorías de murex están en el lado oriental de la isla. Frente a la isla nacerá un puerto hermano, Palae-Tyrus, que absorbe la población excedente, ya que la ciudad no puede crecer más allá de sus muros. Es, probablemente, la mejor fortaleza del Mediterráneo, y el alma de la rebelión contra los asirios.

El alzamiento tiene lugar en el 728. Los fenicios se defienden tras sus muros, y Shalmanassar tardará casi dos años en someter los puertos, uno por uno. Palae-Tyrus cae, pero la isla mantiene su desafío.

El rey ordena al resto de los puertos que le suministren naves y embarca a sus tropas para acabar con el último baluarte. Al verles llegar, los barcos tiriotas salen del puerto y se lanzan contra sus enemigos, dispersándolos pese a su inferioridad numérica y regresando a sus muelles, incólumes, cargados de prisioneros. Furioso, Shalmanassar ordena el asedio. La isla resiste gracias a la pesca, el comercio con sus colonias, la lluvia y los pozos de agua salobre, pero potable, excavados en los propios islotes. En el 722 Shalmanassar es depuesto y el cerco queda levantado. El nuevo rey, Sargón II, necesita consolidar su poder y no puede atender un conflicto tan estéril y prolongado.

Se suceden los reyes: Senaquerib, Assarhaddon, Assurbanipal... todos tratan de meter en cintura a los navegantes. Tiro se mantiene en pie frente a todos, resistiendo asedio tras asedio y alentando nuevos alzamientos a la menor ocasión. Pese al poder asirio, pese a la caída de Egipto y la conquista de todo el Creciente Fértil, los fenicios no están dispuestos a aceptar el yugo, y a cada signo de debilidad del opresor seguirá una nueva intentona.

Los señores de Niniveh comprenderán al final que el único modo de pacificar la región sería asolarla y convertirla en un erial. Eso supondría renunciar a los tesoros de allende los mares, así que prefieren aflojar poco a poco su dominio.

En el año 615 medos y babilonios derrotan definitivamente a Asiria. Egipto recupera su soberanía y durante unos años los fenicios volverán a navegar sin amos extranjeros. Es en esos años cuando el faraón Necao financia la fabulosa expedición alrededor de África

Tras derrotar a Egipto, Nabuconodosor lleva sus estandartes más allá del Éufrates, camino de la costa. De nuevo las ciudades van cayendo, una a una, bajo la bota del invasor. De nuevo Tiro, último bastión de los cananeos, queda cercado casi una década y, de nuevo, la lucha termina con un acuerdo.

Los caldeos no disfrutarán demasiado tiempo de su victoria. El año 539, Babilonia cae a los pies de Ciro el Grande, fundador del imperio persa. Los puertos vuelven a gozar de un respiro hasta que el ejército medo, a las órdenes de Cambises, marcha hacia Egipto, a través de la franja costera.

Por primera vez en siglos, los fenicios no se oponen. En vez de imponerse por la fuerza de las armas, Cambises negocia con los navegantes y cumple escrupulosamente con su parte del acuerdo.

Acuerdo, no sumisión. Porque tras pacificar el país del Nilo, Cambises se prepara para conquistar Cartago. Su plan es embarcar al ejército y navegar hasta Túnez, evitando así la marcha por la costa, demasiado larga y aventurada. Pero los fenicios se niegan a ayudarle: no atacarán a una ciudad hermana, a la que les unen años de amistad, lazos de sangre y los más sagrados juramentos. El monarca, aunque a regañadientes, acepta sus argumentos y olvida su empresa, que podría haber alterado toda la historia de Occidente.

Y así da comienzo la larga relación de Fenicia con los persas, los únicos señores aceptados de buen grado por los navegantes.

* Las cronicas de la antigüedad hablan de muros de 35 m de alto, pero esa cifra, a todas luces, parece una exageración

sábado, 9 de noviembre de 2013

POR QUÉ APOYO AL FEMINISMO (I) Primeros pasos


A la hora de justificar los prejuicios, sean cuales sean, siempre es posible encontrar explicaciones complacientes. La mayoría de la gente machista que conozco no lo es deliberadamente. Si les pones un espejo delante y les señalas lo que hacen o dicen, ven que, en efecto, están perpetuando un prejuicio. Sin embargo, enseguida encuentran un camino para justificarse: es lo normal, les educaron así, la sociedad es como es, no es para tanto, ellos también son discriminados en cierto modo... etc.

Yo acepto que esas causas, digamos ambientales, son reales. Están ahí, vivimos en una sociedad que lleva siglos interiorizándolas. Pero también hace sol en julio y no por ello la gente se deja morir de insolación, aduciendo es que es verano y es normal que haga calor. Por el contrario, buscamos la sombra, nos refrescamos, usamos un sombrero... Sí lo único que puedes aducir para justificar tu actitud es que es lo normal, tu problema tiene otro nombre: pereza.

La pereza intelectual es muy cómoda ¿por qué poner en cuestión lo que todo el mundo da por supuesto? Y si lo que dan por supuesto, como hombre, te pone a ti en una situación de privilegio, la pereza es aún más cómoda, casi sacralizable. También hay mujeres que aceptan esa normalidad, pese a ser conscientes de que no tiene nada de justa. De nuevo es por pereza, porque hay personas que esperan que alguien les diga lo que deben hacer, no sólo ahí, sino en todas las facetas de su vida. Porque tomar las riendas de la propia vida y asumir la responsabilidad por nuestras decisiones es, lo primero de todo, muy cansado. Porque hay esclavos que consideran que la esclavitud es mejor que la incertidumbre*.

Yo no nací feminista: me hice feminista. No deliberadamente, no te levantas una mañana y lo decides como quien se dice, hoy me pondré calcetines a rayas. Pero una serie de pasos, a veces conscientes, otras casuales, me trajeron aquí. Podría haberme quedado en mi sitio sin caminar, y no me sentiría culpable. Estaría en la postura más cómoda de todas, pero por suerte o por desgracia, la pereza me da nauseas.

El primer paso no lo di yo, crecí con él gracias a mis padres. No había un hombre de la casa dando órdenes sino una pareja de personas que se querían, se respetaban y decidían juntas. Eso sí, las pocas veces que mi padre se encargó de la comida me hicieron agradecer que casi siempre fuera mi madre la responsable. De hecho aprendí a guisar con ella, y tengo el orgullo de saber que, según mi hijo, mis albóndigas son tan buenas como las de la abuela.

Así pues, al cumplir los 18, si bien apenas había tenido trato con chicas, al menos sí tenía dentro el concepto de que nadie está subordinado a nadie por cuestiones de sexo (ni hay ningún motivo específico para que sea una mujer la encargada de guisar, aunque no logré hacer unas croquetas dignas de ese nombre hasta los 20)

El segundo paso vino de forma dolorosa. Me enamoré de una chica llamada A, con una personalidad muy fuerte y un nivel de egoismo casi patológico. Dado mi nivel de empatía, me convertí en una víctima fácil. No creo que lo hiciese a propósito, pero A logró anularme y dejarme casi sin voluntad, recuerdo que al final yo me sentía culpable casi hasta de respirar. Sin embargo saqué dos cosas muy positivas de esa historia: aprendí a protegerme de ese tipo de personas** y empecé a madurar como feminista. A, con todos sus defectos, era una persona inteligente y me abrió los ojos a la realidad que nos rodea: que una mujer, por el simple hecho de serlo, está en desventaja y va a encontrar muchos más obstáculos en su vida que un hombre. No ya discriminaciones abiertas (que siguen existiendo) sino prejuicios de todo tipo, desde el paternalismo hasta el desprecio abierto.

El tercer paso, que llevo dando casi desde que tengo uso de razón, fue observar.

Mientras estudiaba, pude observar un montón de comportamientos machistas. Me alegra decir que en la escuela de agrícolas el volumen era reducido, pero existían. El último año, cuando ya todos empezábamos a buscarnos la vida de una forma u otra, pude ver como mis compañeras, tras tragar más de uno y más de cien sapos mientras estudiaban (y además tener que tragarselos con una sonrisa***) tenían que escuchar en cualquier entrevista de trabajo los consabidos ¿Te planteas casarte? ¿Vas a tener hijos? que, por supuesto, jamás nos preguntaban a nosotros.

Había comportamientos parecidos en mi círculo de amigos, no en todos, afortunadamente, pero existían (y uno de libro, un machito tan repugnante que parecía sacado de un mal guión de Ozores). Dado que todos solían reirle las gracias al gallito de turno, cada día me sentía más marciano en ese aspecto.

Otro paso ha sido la lectura. Nunca he sido lector de Beauvoir, pero si te interesas por la historia, la antropología o el arte es inevitable hacerte muchas preguntas. Dicho sea de paso, entre esas lecturas la más decisiva fue, seguramente, la de los ensayos de Stephen Jay Gould. Porque me llevaron directamente al paso definitivo.

Analizarme.

Gould me hizo ver mi propio comportamiento, los planteamientos micromachistas que estaban adheridos a mi piel sin yo notarlos, incluso en mi labor profesional. Por primera vez me planteé, si en una ilustración debo dibujar a un alce ¿porqué dibujo un macho? ¿acaso una hembra no es un alce igualmente? Y si voy a representar a la humanidad con un individuo ¿porqué se supone que debo poner a un varón caucásico de entre 30 y 40 años****? ¿es que una mujer africana de unos 45 no es EXACTAMENTE igual de representativa*****?

* Cuando los soviéticos se acercaban al campo de Austwizt, no hizo falta usar la fuerza para que los presos marcharan junto a sus guardianes: para muchos, seguir a sus verdugos en fuga era más tranquilizador que esperar al Ejército Rojo. Sólo quedaron (y se salvaron) los que no podían caminar. 

**Literalmente: volvimos a relacionarnos un año después y trató de que volviéramos a ser pareja. Seguía pareciendome una persona magnética, pero lo primero que pasó por mi mente fue NO,  lo que me hizo ver que estaba inmunizado.

*** Porque el machito, cuando se le planta cara, suele alegar que todo era una jocosa broma y procura salir airoso señalando que la ofendida es una borde sin sentido del humor, probablemente reprimida.

**** No exagero, dibujé una mujer representando a la humanidad en una espiral de la vida para el Museo de Cuenca, y los responsables de la exposición, al verlo, se quedaron pensativos un rato antes de darse cuenta de, en efecto, era tan lógico como dibujar un hombre

***** En realidad mucho más representativa, ya que los blancos somos minoritarios, evolutivamente nuestra especie nació en África y Eva Mitocondrial era negra.

miércoles, 30 de octubre de 2013

HIJOS DE TIRO (III) Gentes orgullosas


Al igual que en Grecia, la geografía marca el carácter. La estrecha franja costera de Siria y el Líbano, y las montañas que la limitan al este, separándola del desierto y las llanuras aluviales del Creciente Fértil, configuraron una identidad nacional dispersa, sin una autoridad central, concentrada en las ciudades que fueron surgiendo en torno a las calas susceptibles de acoger un puerto. Los fenicios, siendo muy conscientes del parentesco que unía a todas sus ciudades, nunca se sometieron de buen grado a un poder central, mucho menos a uno impuesto.

Al igual que en Grecia, por supuesto, unas ciudades ejercen más peso que otras. Pero mientras Atenas, Esparta y, posteriormente, Tebas, tratarán de imponerse por la vía de la fuerza y la conquista a sus vecinos, las ciudades-estado fenicias no intentan dominar militarmente, usando su potencial naval y sus redes comerciales para aumentar su influencia. Primero Biblos y Ugarit, luego Sidón y Tiro. Estas dos últimas, que apenas distan entre sí una treintena de kilómetros, rivalizan además por su antigüedad. Herodoto nos relata el pasmo que sintió ante la majestad del templo de Melkart en Tiro, y añade en ese punto una reflexión sorprendentemente racional, ya que tras corroborar in situ que el culto a Melkart es similar al de Hércules en Grecia, y asumiendo que la antigüedad del templo de Tiro es asombrosa (su estimación retrasaría la fundación de la ciudad al 2700 A. C), deduce a continuación que el hijo de Anfitrión no es sino uno más de los personajes que han llevado ese nombre, y desde luego no el único, ni mucho menos el primero.

Sidón domina la costa durante la primera parte de la edad del hierro, pero a la larga Tiro acaba imponiendo su influencia sobre la región. Los demás puertos simplemente asumirán la pujanza de su poderoso vecino, y aunque nunca dejarán de intentar afirmarse (sobre todo Sidón), no habrá guerras como las que asolarán el Peloponeso y quebrarán la fuerza de Atenas y Esparta.

Otra diferencia entre fenicios y griegos es la apertura de su sociedad. La imagen que nos llega es la de un pueblo asiático típico, con una monarquía de carácter divino, un sistema de templos y una religión cruel, que incluía el sacrificio de niños. Pero bajo esa fachada hay detalles muy significativos.

Las familias de navegantes van ganando importancia a medida que crece la dependencia exterior de los fenicios. Al principio el comercio se organiza desde el Palacio, pero tras las invasiones de los Pueblos del Mar el poder y prestigio de los reyes quedará menoscabado. Con apoyo de los sacerdotes (en particular de los de Melkart) y en unión de las corporaciones de artesanos, convertidas a partir del S. VIII en una verdadera clase media, se forman asambleas de notables que arrinconan a la aristocracia tradicional y lograrán el control de las ciudades a través de magistrados civiles (sufetes). Esta organización social pasará a las colonias y en algunas de ellas evolucionará a un sistema de tipo senatorial.

La propia sociedad es bastante abierta. Lógico, ya que, dependiendo para su existencia de artesanos y marinos, la iniciativa, el esfuerzo y la dedicación están bien vistos (al contrario que en Grecia, donde el trabajo con las manos es visto desprecio). Incluso los esclavos gozan de ciertos derechos, como el de fundar una familia.

Quizás lo más sorprendente sea el papel de la mujer. Los semitas son rígidamente patriarcales, pero aquí las mujeres gestionan el hogar durante los largos viajes de los marinos. Así, tienen derecho a heredar y a establecer sus propios negocios. Las reinas actúan como regentes y, de acuerdo a la tradición, Cartago será fundada por una mujer, Elisa, regente de Tiro obligada a exiliarse al ascender al trono su hermano.

El resultado de todas estas peculiaridades es la formación de una extraña sociedad relativamente igualitaria, incluso en los momentos más siniestros. Porque el culto de Baal y Melkart (sobre todo el primero) exige vidas humanas. Vidas de niños. Y las familias nobles, llegado el día, entregan a las llamas a sus primogénitos al igual que la del artesano o el esclavo. 

Una vida dura forjará un pueblo aún más duro, orgulloso y celoso de su libertad. Un pueblo que no va a avenirse bien con nadie que quiera someterles.

jueves, 24 de octubre de 2013

LIMPIEZA



En el día mundial de las bibliotecas, la mía presenta en algunos estantes ese desangelado aspecto que podéis ver en la foto de arriba. Y os preguntaréis ¿qué ha pasado?

Mi relación con los libros siempre ha sido muy intensa. No recuerdo un momento de mi vida desde, más o menos, los 8-9 años de edad, sin uno en la mano. Eso no quiere decir que no leyera antes. pero eran mayoritariamente tebeos y libros de cuentos orientados a niños, mucho dibujito, poca letra y moraleja cursi.

Entre los 8 y los 9 empecé a leer las novelas de Julio Verne y sobre los 12 años la fiebre lectora ya me había poseído. Dado que se mentaba tanto El Quijote siempre que se hablaba de libros, me decidí a intentarlo. Para mi sorpresa no fue nada trabajoso, de hecho a partir de la Segunda Salida (cuando Sancho se une a la aventura) se me hizo fluido y sólo cuando llegué a la novela del Curioso Impertinente me dio un bajón. Por suerte tras ese ladrillo volvió lo bueno y ya no se detuvo hasta el final. En total El Quijote me tuvo atrapado durante dos maravillosas semanas.

 También a los 12 años tuve mi primer libro propio, regalo de mi padrino Tato: Nuestro Hombre en la Habana, de Graham Greene. Me dejó tan impresionado que revisé la biblioteca de mis padres para ver si había algo más de ese señor, y tuve suerte: El americano impasible, en una colección de bruguera que incluía además Ficciones de Borges y El Otoño del Patriarca, de Márquez, aunque debo confesar que este último tuve que releerlo años después para disfrutarlo de verdad, me temo que lo cogí demasiado pronto.

De mano de Chacho, nuestro extravagante profesor de lengua y literatura, descubrí a los Grandes de nuestra literatura (salvo a Galdós, eso tuvo que esperar varias décadas) y me sentí escalofriado ante Quevedo y Miguel Hernandez. Puede parecer una combinación extraña, pero creo que tuve mi primer Stendhal leyendo juntos el Amor Constante y la Elegía a Ramón Sijé.

Nadar sabe mi llama el agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.


El amor por la fantasía y la CIFI me llegó sobre los 16, cuando mi madre me recomendó leer El Señor de los Anillos, y la afición por la Historia o la divulgación ... bueno, creo que esa me ha acompañado siempre, no sabría decir cuando brotó, quizás con una enciclopedia de Fauna que compraron mis padres.

El caso es que de resultas de ese amor por la palabra escrita me convertí en un yonqui de la lectura, y como buen adicto siempre fui a la busqueda de nuevas dosis. Sumémosle mi caracter tirando a obsesivo y tenemos el escenario perfecto para acumular una ingente y siempre creciente cantidad de libros, unos 1400 en el último censo, antes de la gran criba.

Sí, como suena: LA GRAN CRIBA. He hecho de cuando en cuando entresaques de mi biblioteca, para poder hacer sitio a nuevos títulos, pero esto no es un ramoneo marginal. En mis estanterías ha empezado una liquidación que, a veces, me recuerda a la extinción del límite KT.

Llevo más de treinta años amontonando papel y hará poco más de un año miré mi habitación de trabajo y me dio un agobio tremendo. Como si todos esos libros (y tebeos) pesaran sobre mí. Y pesaran mucho. De pronto me dije ¿De verdad voy a arrastrar detrás de mí ese lastre toda mi vida?

A esa incómoda sensación se unió un adelanto técnico: el libro electrónico. Al principio lo usé para leer cosas que no iba a encontrar en papel por mucho que buscara, como los textos de Thomas H. Huxley y libros especializados de historia que podía consultar a través del Proyecto Guttemberg, pero cuando me entró la necesidad de hacer limpieza comprendí que esta vez iba a ser mucho más radical: si puedo almacenar cientos de obras en un cacharrillo que cabe en el bolsillo, mis ansias de lectura no necesitan toneladas de papel para satisfacerse.

La primera deforestación fue muy metódica y contó con la valiosa colaboración de Miss Honky. Ella me ayudó a elaborar un listado de todos los títulos que iban a salir de mi casa, a fin de publicarlo en la red, confiando en que el buen corazón de los internautas les encontraría un hogar. Debo decir que la mitad de la lista de tebeos resultó casi innecesaria ya que las dos primeras personas que llegaron arramblaron con todas las colecciones márvel/DC y marcharon de aquí, no con bolsas, sino con capazos de cómics. El resto recibió igualmente buena acogida y me he pasado meses entregando pilas de libros a amigos y conocidos.

En esa primera oleada cayeron unos 300 libros y más de 600 tebeos. Había de todo, desde ensayos de Borges y clásicos latinos (¡incluso la Geografía de Estrabón encontró quien la quisiera!) hasta las obras completas de Robert E. Howard (no fue una sorpresa, ya sabía yo que la vieja colección negra de Conan el bárbaro sería muy golosa). Me sentí... liberado, así que mi más sincero agradecimiento a todos los adoptantes.

El caso es que una vez empiezas, comprendes que lo difícil es dar el primer paso. Ahora mismo estoy en mitad de la segunda escardada y esta es mucho más radical que la primera. Voy repasando y releyendo, no ya con criterios de calidad, sino prácticos. Por un lado cojo un título y descubro que el recuerdo que me dejó es mucho mejor que la relectura, así que fuera con él. Por el otro me planteo, me gusta mucho, sí, pero ¿me lo voy a volver a leer? ¿no? Pues al montón. Y si además puedo conseguir (o comprar, que soy así de raruno) la edición digital, sayonara, baby.

Ya no hago listas. Si creo que a algún conocido le puede interesar, pregunto. Si no es el caso, hago una pila al lado del contenedor de papel y, más o menos en media hora, han desaparecido todos, en manos de algún viandante afortunado. En vez de un vándalo destructor puedo considerarme como un anónimo mecenas, proveyendo de cultura a otros hogares.

¿Dónde me detendré? Bueno, hay libros que van a seguir conmigo, ya que tienen algún valor personal especial. Regalos de personas muy queridas, lecturas que, de alguna forma, se quedaron grabadas, ediciones que tal vez no sean muy allá pero me traen recuerdos muy personales... Y obras que prefiero seguir disfrutando en papel: textos que difícilmente encontraré en digital, ediciones que desmerecerían en electrónico (los libros de arte, por ejemplo)... y tebeos, porque ahí el papel sigue mandando, y los sucesivos entresaques han despejado ya casi todo aquello que no tuviera verdadera calidad.

La cuestión es que no sólo estoy aligerando mucho mi petate sino que no hay necesidad de volver a cargarlo. Los bits no pesan y apenas ocupan espacio.

Seguiré comprando algún libro en papel de cuando en cuando, y alguno de ellos se quedará conmigo, no lo dudo, pero he logrado salir del círculo vicioso del acumulador, y no volveré a caer en él. Hay mucho para leer en el mundo y no necesito amontonarlo sobre mi espalda. Viviré más ligero.

No pongáis esa cara: un libro no es el papel en que está impreso.

viernes, 18 de octubre de 2013

IRENA (II) La vida en un frasco



El proyecto de los estudiantes se concretó en una obra de teatro. Life in a Jar ha sido representada más de 300 veces desde el año 2001, cuando unos jóvenes cumplieron su sueño y volaron a Varsovia, emocionados porque iban a conocer a su ídolo, y seguramente muy nerviosos porque ignoraban qué iban a encontrar.

Encontraron a una ancianita pequeña, de luminosos ojos azules e inmensa sonrisa. Un rostro sencillo pero inolvidable, de mejillas sonrosadas, veteado de arrugas: no las que simplemente inflige el peso de los años, sino ese tipo de líneas que dibujan una vida llena de alegría.

Una anciana con los huesos doloridos, llenos de heridas mal curadas y acompañadas de las que la vida siguió sumándole tras la guerra, pero al mismo tiempo tan llena de energía, tan lúcida y tan vivaracha a sus 91 años de edad, como para cubrir de besos a los muchachos y llevarles a recorrer las calles de su ciudad, para que conocieran los rincones que fueron mudos testigos del holocausto.

Una anciana un poco asustada, incluso indignada, del revuelo montado de repente en torno a su persona, como si de una superheroína se tratara. Un revuelo que dejaba en la sombra a todas las personas que la ayudaron, cientos de valientes que, como ella, se arriesgaron para salvar a los indefensos. Y feliz, sí incluso un poco más feliz aún, de conocer a aquellos niños que venían del otro lado del océano a conocerla y escucharla. Y tenía mucho que decir.

Irena nunca se calló. No se calló cuando las botas nazis pisoteaban su patria, ni cuando los sucesivos gobiernos comunistas volvieron a reavivar el tradicional antisemitismo polaco. No se calló cuando los vecinos murmuraban de ella y de su familia, y se sintió feliz de poder hablar con gente que, a tantos años vista, deseaban saber sobre el dolor. No hablaba de odio ni de venganza, sino de recuerdo, de justicia y de responsabilidad. Porque a los que se escudan en el ¿qué podría hacer yo? ella respondía haz lo que puedas: todo lo que puedas.

La fama revivida le trajo algunos trastornos. En sus últimos años muchos periodistas viajaron hasta su puerta, para entrevistar a la Madre de los Niños del Holocausto. Nunca tuvo una mala palabra ni un gesto de fastidio para ellos, les aceptaba con amabilidad y esa maravillosa sonrisa que no lograron borrar ni las torturas ni el olvido. Su hija también les acogía con amabilidad, y les advertía, antes de dejarles pasar al salón, de que no se avergonzaran si salían de ahí llorando. Todos lo hacían.

Como lloraban los supervivientes. Niños que, ya mayores, podían volver a ver a la mujercita que les salvó la vida, que quizás les pareció entonces enorme, como parecen los adultos a los ojos infantiles, y que ahora, diminuta como era, les seguía pareciendo inmensa.

El año 2007 el gobierno polaco solicitó el Nobel de la Paz para Irena. Los miembros de la Academia prefirieron entregárselo a Al Gore, sin que haya quedado nunca muy claro que hizo nunca ese hombre por la paz*. Hubo mucha indignación en Polonia, pero no trascendió fuera de sus fronteras. Irena no lo lamentó, nunca le preocupó demasiado el recibir aplausos.

En un mundo justo, alguien como ella, al menos, se habría ganado el derecho a dormir en paz ¿acaso no salvó miles de vidas?

No es el caso. Muchas noches despertaba llorando tras verles en sus sueños. Sus rostros, sus miradas. Los otros niños, los que no logró sacar del infierno. Y las dudas de tantas y tantas noches... si hubiera sido más prudente... si no se hubiera confiado... si tan solo hubiera podido volver un día más...

Pude hacer más... debí hacer más...

Hay una vieja leyenda judía que habla de los treinta y seis, los Lamed vav Tzdadikim. Dice que en cada generación hay treinta y seis hombres y mujeres humildes, sencillos, tal vez un sastre, una panadera, un albañil... Pasan desapercibidos pero, sin que nadie lo sepa, ni siquiera ellos mismos, sostienen el mundo sobre sus espaldas. Su bondad ilumina el camino para el resto de los mortales, su firmeza nos da fuerzas. Su esfuerzo nos hace más ligera la carga de vivir. Son los verdaderos reyes de la creación, sin corona ni ambición. La luz en la oscuridad que aleja la desesperación.

Irena se apagó el 12 de mayo de 2008. Se fue como había vivido, discreta y sonriente, rodeada del amor que ella misma había sembrado.


No plantes semillas de comida. Planta semillas de bondad. Trata de hacer un círculo de bondad, la bondad lo rodeará y crecerá más y más.


**


* En realidad no está muy claro que nunca haya hecho nada de nada
** El árbol de Irena, en el jardín del Yad Vashem

jueves, 10 de octubre de 2013

IRENA (I) Jolanta



Estos días en los que la Academia Sueca otorga sus galardones, son un buen momento para recordar a una mujer que fue nominada al Nobel de la Paz, y cuya candidatura fue desechada en favor de Al Gore.

En 1999 unos estudiantes de una escuela pública de Kansas iniciaron un proyecto de historia sobre el Holocausto. Al investigar, se encontraron con un nombre: Irena Sendler. Indagaron sobre su figura y se quedaron anonadados.

Irena era enfermera y trabajaba en el Guetto de Varsovia. Entraba y salía diariamente, llevando medicamentos y sacando cadáveres de niños, muertos del tifus, la disentería, el hambre... o eso pensaban los guardias nazis. En realidad no sacaba muerto, sino vivos. Sabía que los nazis tenían horror a las enfermedades contagiosas y con la excusa del tifus podía moverse sin obstáculos. Sacaba niños en ataudes, capazos, bolsas, camiones, escondidos bajo maderas, camuflados entre basuras, bajo su propia ropa... 

Durante 18 largos meses viajó día tras día al infierno, incansable, sin mirar jamás por sí misma. Fuera del Guetto, bajo el pseudónimo de Jolanta, organizó una extensa red de acogida para los niños, con ayuda de la resistencia, las Monjas de María Inmaculada y cientos de familias que arriesgaron sus vidas para esconder a los fugitivos. De cada uno de ellos, Irena guardó sus datos: su nombre, sus apellidos, sus familiares vivos, su historia. Así, algún día, podrían recuperar su pasado, o lo que quedase de él. 

2.500 niños. 2500 nombres. 2500 vidas en sus manos.

La Gestapo la capturó en octubre de 1943. La torturaron durante semanas para saber de sus cómplices, sus rutas, sus niños... destrozaron sus huesos, pero no pudieron romper su voluntad.

De sus labios no salió ni un solo nombre.

Fue sentenciada a muerte. Esa noche un guardia, sobornado por la resistencia polaca, la sacó de la prisión y la dejó en un descampado. Luego tachó su nombre como ejecutada

Tras ser rescatada, Irena escribió dos largas listas con todos los datos que tenía sobre los niños. Las guardó en frascos de cristal y las enterró en un huerto. Acabada la contienda, los desenterró y los entregó a las autoridades

Los estudiantes, asombrados por lo que iban descubriendo, buscaron más sobre aquella desconocida. Querían saber si de verdad una sóla persona pudo hacer algo así, qué pasó tras la guerra, dónde estaba enterrada... indagaron, preguntaron, y a primeros del año 2000 recibieron una carta desde Polonia: con 91 años, Irena Sendler residía en Varsovia.

Había vivido durante décadas en un relativo anonimato. La administración de postguerra nunca vio con buenos ojos a las personas que ayudaron a los judíos durante la guerra, quizás recordando con vergüenza que la mayor parte de la población católica obvió (y algunos colaboraron con entusiasmo) el exterminio de sus vecinos. Incluso hubo quien en los 50  les señaló, a ella y los suyos, como amigos de judíos. 

Aún así no fue olvidada por todos: en 1965 fue reconocida Justa entre las Naciones por Israel. En esos años fue mencionada en los periódicos de Varsovia y algunas personas la recordaron: nunca podrían olvidar su rostro.

Una llamada telefónica, una voz temblorosa al otro lado del hilo: Te vi en la prensa, eres Jolanta. Tú me salvaste.



martes, 1 de octubre de 2013

HIJOS DE TIRO (II) Gentes que navegan


Fenicia es apenas una franja de terreno entre las montañas del Líbano y la costa. No hay mucho suelo para cultivar ni asentarse, por eso la población de los puertos no se siente atada a la tierra.

Su tierra es el mar.

El mar les alimenta, les cuida, incluso les hace ricos. Su mayor tesoro, el púrpura, nace del mar. Sus caminos son de agua, sus monturas de madera.

Las galeras de guerra son impresionantes, pero no son esos los barcos que recorren los mares. Los navegantes viajan en gaulos, pequeños mercantes tirando a rechonchos. Pequeños porque hay que fondear en cualquier sitio, rechonchos porque necesitan cargar mercancías. Diez, doce bancos de remo, una vela cuadrada cuando hace buen viento, un casco de buen cedro y pino, embreado y resistente. Nada más.

Hay cananeos que no navegan: tejedores, tintoreros, orfebres, agricultores, leñadores, albañiles, carpinteros... pero su trabajo también va hacia el mar. Construyen y calafatean los barcos, erigen las murallas que defienden los puertos y los malecones que protegen las ensenadas. Aprovisionan a los marineros y llenan sus bodegas con las mercancías que viajarán más allá de poniente. Los más ricos son los armadores, que organizan y financian las expediciones, pero nadie tiene más prestigio en la costa que los capitanes y sus tripulaciones. Ellos son el orgullo y la esperanza de las ciudades: sin el mar, no tienen nada.

Incluso con el mar, apenas hay suelo para todos, y las costas meridionales del Mediterráneo se van cuajando de colonias. Gades, Tanger, Lepcis, Cyrene...

Cartago. La hija de Tiro, tan floreciente que pronto sobrepasa en riqueza y pujanza a su ciudad materna. Tan poderosa que un día Roma la odiará como nunca odiará a nadie.

A veces hay que luchar. Los griegos también navegan y comercian por Italia y Sicilia. Pero tras los conflictos vuelven los negocios: los gaulos atracan en Creta y Grecia y siguen sus rutas hacia el Mar Negro. Gades tiene poderosas murallas, y no son simbólicas: los nativos no siempre ven con buenos ojos una nueva ciudad. Pero pasada la batalla el puerto permanece y los barcos pueden fondear, reparar, aprovisionarse y seguir más allá de las columnas de Hércules.

Hacia donde viaja el Sol. O mucho más lejos.

Dónde el mar se endurece ¿Porqué remaron los fenicios tan al norte? ¿Qué buscaban en la última Thule? El estaño está en las islas bretonas, y ahí el mar no se hiela ¿a dónde iban los navegantes?

Imaginad la singladura desde Canaan hasta las costas del Báltico, costeando el norte de África, la península ibérica, las costas de las galias, las bocas del Escalda y el Rin, el estrecho de Dinamarca... remando, siempre remando, quién sabe qué habrá más allá.

Hacia el sur, Hannon alcanza el Golfo de Guinea. Comercia con pueblos de piel oscura y carga sus naves de oro, especias, marfil, aves de colores imposibles... los nativos le hablan de un pueblo feroz y salvaje, que no viste ropas ni habla como los demás hombres. Hay un encuentro, una breve lucha, la tribu desconocida huye hacia la selva. Algunas de sus mujeres son capturadas pero se niegan a comer y mueren. Hannon ordena curtir y llevarse una de sus pieles para que no les llamen mentirosos al regreso. Los nativos le dicen el nombre de ese extraño pueblo: gorila.

Sí, los navegantes son tildados de mentirosos. Herodoto, padre de la Historia, les llama falaces, es imposible que los barcos enviados por el faraón Necao viajaran tan lejos como dicen, porque todos saben que, más allá del mar Rojo y Etiopía, África se acaba, el cielo es ardiente y la tierra de fuego. ¿quién podría sobrevivir?

Además los mentirosos fenicios afirman que las estrellas cambiaron, y que el sol del mediodía, en vez de estar sobre sus cabezas, se alzaba a su derecha ¿quién podría creer semejante sarta de embustes? 

Lo lograron. Les llevó tres años, pero lo lograron: por el Mar Rojo hasta Abisinia, bordeando Arabia y el cuerno, navegando hasta Zanzíbar, pasando luego entre África y Madagascar, de ahí al cabo de Buena Esperanza y sin dejar de seguir la costa, de nuevo hacia el norte. Sobrepasan Guinea, luego la Costa de márfil, las aguas del Sahara (¿les hablarían de las islas, llegaron a las Canarias?) y, por fin ante sus ojos, las columnas de Hércules, la costa de Libia y, de nuevo, Egipto.

El sol de mediodía se alzaba distinto, porque la tierra es redonda, pero eso no se sabía aún, y la acusación de Herodoto nos demuestra, sin ningún género de dudas, que circunnavegaron África. Entera. A remo.

Comparado con el viaje de los mercaderes, la travesía de Colón parece un juego de niños. Y hay quien dice que también se adelantaron al Genovés, que quizás los remeros pudieron llegar a las costas del Brasil, ignorando que alcanzaban un nuevo mundo. Pero sea o no cierto, sus viajes marcan un antes y un después para los pueblos que van conociendo.

No sólo traen mercancías, también noticias. Los barcos de cedro tejen una red invisible, puerto a puerto, por el mundo antiguo. Algunos fantasean sobre cómo serán los hombres más allá de sus costas. Los fenicios no fantasean: lo saben. Les han visto, han hablado con ellos. Y navegarán de vuelta a esas lejanas tierras, sin miedo, porque cada nueva ruta es valiosa, y el mar sigue llamando a sus hijos.

Vivir, después de todo, es remar.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

HIJOS DE TIRO (I) Gentes que hablan.


Cuando nos enseñan Historia, los libros suelen hablar de grandes civilizaciones que se expanden, colisionan, se suceden unas a otras... los babilonios derrotan a los asirios, los egipcios levantan pirámides, Grecia se enfrenta a Asia, Roma derrota a Cartago y domina el mundo... pueblos gigantes con nombres gigantes como Hammurabi, Ramsés, Asurbanipal, Pericles, Alejandro, César... y en medio, casi inadvertida, alguna alusión a los fenicios, por aquello de que fundaron Cádiz.

Es normal que los habitantes de Sidón y Tiro pasen desapercibidos, no hay siquiera un estado al que podamos llamar Fenicia. La franja costera del Líbano era un puzzle de ciudades-estado independientes, que nunca se avinieron con un poder central. No levantaron imperios, su arte no es demasiado original (en realidad resulta bastante soso) y su arquitectura no alcanza ni las dimensiones de la egipcia ni el refinamiento de la griega. Son simples mercaderes que no dejaron nada perdurable, más allá de algunos nombres dispersos por la geografía mediterránea.

O quizás sí lo dejaron. 

Mientras lees estas líneas estás usando el legado de los fenicios. Su regalo más perdurable, tanto que nos acompaña desde que tenemos uso de razón hasta el día de nuestra muerte: el alfabeto. Sí, se supone que nuestras letras derivan de las griegas con algunas adiciones romanas y carolingias, pero no es exacto. Los ideogramas y, sobre todo, el concepto del alfabeto fonético, no surgieron en Grecia, sino en las ciudades de Canaán. Los griegos, bien es cierto, añadieron algo que los fenicios no utilizaban, las vocales, pero sólo mejoraron el invento, no lo crearon.

Podríamos pensar que no tiene tanto mérito, a cualquiera podía habérsele ocurrido, pero no es tan sencillo. De hecho es sorprendentemente difícil. Los egipcios construyeron su escritura asociando objetos a sonidos, de modo que el sonido i se representa con un junco, porque el junco se llama iod. Por su parte los pueblos mesopotámicos usaban grupos silábicos derivados de símbolos gráficos (la palabra mano surge como la evolución-descomposición en trazos cuneiformes del esquema de una mano). Sólo los cananeos comprendieron la utilidad de un sistema basado en el sencillo concepto de un símbolo para un sonido. Sencillo, fácil de aprender, cómodo de usar. Práctico, como ellos.

Esa es su herencia: un medio de comunicación que, casi tres mil años después, sigue siendo insuperable. ¿Paradójico? ¿Un pueblo menor, apenas una nota al pie de página de los grandes imperios, descubrió la mejor forma de escribir?. Pero mientras otros se enriquecían saqueando y sometiendo, los fenicios medraron negociando, es decir, comunicándose. Es una bella justicia histórica que usemos una herramienta creada por gentes cuyo medio de vida era entenderse con todos. 

Literalmente. Con todos.

Los hebreos dividen el mundo en dos categorías: ellos y los enemigos. Enemigos de su Dios, enemigos de su pueblo, enemigos de sus jueces, reyes y profetas. La Biblia, a partir del paso del Mar Rojo, es una lucha de exterminio entre las doce tribus y el resto del mundo... salvo los fenicios. Los hijos de Tiro y Sidón comercian con los hebreos, hablan con ellos, les ayudan en momentos difíciles y, sobre todo, les enseñan. El Gran Templo de Salomón es la obra suprema de Hiram, el tirio. Sus techos son de cedro libanés, sus lámparas son forjadas por orfebres cananeos. Los barcos de Sidom traen aceites perfumados y ungüentos para contentar a Jahvé. Hay amistad entre los navegantes y los descendientes de Abraham. 

En el turbulento Egipto del Tercer Periodo, entre luchas de poder y tensas treguas, no se ve con buenos ojos a los extranjeros, pero los fenicios tienen una floreciente presencia en Menphis, y reciben permiso para edificar un templo a Melkart. Hasta los reyes Ptolemaicos nadie más tendrá un privilegio así.

Por el mar Rojo los barcos llegan a la India. Remontando las costas europeas alcanzan las islas más lejanas, donde el agua, según sus palabras, se vuelve gelatinosa y luego dura. Atraviesan el mar Negro para comprar miel, pieles y trigo en Crimea, y, habiendo oído que más al norte se encuentra el ámbar, sus pequeños gaulos, apenas cáscarones de 12 a 15 metros, alcanzan las costas del Báltico. Más allá de las columnas de Hércules o de Etiopía navegan tan hacia el sur que nadie les cree. 

Y en todas partes, les entienden. A veces llevan o encuentran intérpretes, pero no es posible conocer todas las lenguas del mundo, y necesitan entenderse, sea como sea. Fondean en tierras extrañas, y las primeras veces que arriban probablemente les reciban con hostilidad o miedo. Pero a la larga la curiosidad vence,  los marinos desembarcan, y hablan. Aunque no conozcan las palabras: no las necesitan.

Los navegantes exponen en la playa sus mercancías. Herramientas y armas de bronce, cuentas y collares, alfarería, telas*, perfumes... Al lado ponen pequeñas muestras de lo que buscan: trigo, aceite, oro, plata, cobre, estaño, tal vez marfil, ámbar, maderas de olor, resinas... Los nativos observan y buscan lo que piden los comerciantes. Lo traen y lo ponen junto a las mercancías. Si las cantidades son suficientes, los fenicios lo aceptan. Si no es así, esperan o incluso hacen el amago de recoger sus bienes. Si los habitantes creen que los marinos piden demasiado, se van mostrándose desdeñosos... y así se pasa del simple trueque al regateo, que acaba por ser un aliciente más de la transacción. Cuando todos están contentos, el trato se cierra y se celebra con risas y abrazos. Puede que los mercaderes abran un ánfora de vino y ofrezcan una libación a sus anfitriones. 

Decimos fenicio como sinónimo de agarrado, tacaño, incluso estafador. Nada más falso: los marinos saben que un día volverán a estas costas, si no ellos tal vez sus hermanos, sus hijos, sus vecinos... No hay estafas, todos deben quedar contentos, o el próximo barco no será bien recibido. Y del entendimiento obligado acabarán por surgir lazos, poco a poco. Con el tiempo la llegada de los navegantes será acogida con alegría y fiestas, y se les despedirá con buenos deseos y ánimos para el regreso.

Porque no roban. No saquean. No usurpan. Ellos hablan y negocian.


*Donde la ropa es de color crudo, a lo sumo azulada o rojiza, el fulgurante púrpura de las telas cananeas es una visión de otro mundo. Su tinte, extraído del murex, no ha sido superado ni con las modernas anilinas.