Mujer iroqués

lunes, 14 de noviembre de 2011

PALEOILUSTRACIÓN Imágenes y tópicos (I)


Como ya sabréis los que habéis leído las entradas más antiguas, me gano la vida como ilustrador . Estoy especializado en divulgación científica y, si bien no me dedico a ello a tiempo completo, se me puede considerar un paleoilustrador razonablemente eficaz. Es decir: reconstruyo gráficamente seres ya extintos.  Este oficio nació de la mano de George Cuvier,  el hombre que acuñó el concepto de extinción. Los medios técnicos que empleamos hoy en día pueden parecer muy diferentes de los que usaban los primeros dibujantes de criaturas prehistóricas, pero la base sobre la que trabajamos sigue siendo la misma: la anatomía comparada.

El paleoilustrador trata de dar una imagen veraz a partir de los datos a su disposición. En teoría eso no debería suponer ningún problema más allá de las técnicas empleadas y el modo de cubrir los agujeros en la información disponible. Solventados estos aspectos, nuestro trabajo transmitirá adecuadamente esa información, tendrá un razonable interés divulgativo y, si ha sido ejecutado con buen gusto, un cierto valor estético.

Sin embargo hay un punto en el que, para bien y para mal, la paleoilustración tiene un valor más allá del realismo científico, su utilidad práctica o su belleza visual, y es su influencia a la hora de dar forma y peso a una idea. Somos primates, animales visuales: interpretamos el mundo a través de los ojos y una imagen puede grabar un concepto en nuestra mente con mucha más fuerza que un razonamiento o una evidencia científica.

Pensemos en los dinosaurios, los animales que más han cautivado la imaginación popular. La primera recreación conocida es la del desmesurado iguanodon lacertiforme de Gideon Mantell, de (Mantell calculó erróneamente 60 metros de longitud). El anatomista Richard Owen, que acuñó el término dinosaurio, corrigió a la baja esas medidas, pero la intimidante escultura (arriba) que encargó para el Cristal Palace de Londres parecía sacada de un bestiario medieval y deslumbró al público, lanzando a los reptiles gigantes al estrellato.

Owen quería mostrar a sus criaturas como animales muy avanzados, superreptiles, pero su reconstrucción fijó un concepto de los dinosaurios en el imaginario popular: titánicos, grotescos y brutales, un retrato que sobrevivió a las ideas de su creador y aplastó cualquier otro planteamiento al respecto, como su relación con las aves, anticipada por Huxley pero rechazada por los prejuicios de los demás científicos.

El siguiente intérprete de Iguanodon, Louis Dollo, manejó un volumen de información fósil asombroso, e incluso apreció el paralelismo entre la postura bípeda de las aves y la de los dinosaurios, pero no pudo sustraerse al influjo de Owen y recreó una suerte de canguro titánico, tan desgarbado como su antecesor cuadrúpedo. Esta idea se volvió arquetípica y las moles descerebradas quedaron firmemente anclada en las siguientes décadas gracias a grandes artistas como Zlinger, Charles Knight y Burian. Su iguanodon es, en esencia, el de Dollo. Inmenso, rígido, con sus manos abiertas y postura casi humanoide: una especie de Godzilla hervívoro.

Había otro tipo de imágenes en esos años en la que estos animales aparecen llenos de vida, ágiles y casi avianos, como las de Gerhard Heilmann, pero esos mismos autores insistieron después en el tópico y sus dibujos fueron apenas una gota de agua en el océano. Hasta 1940, cuando se estrenó la película Fantasía.

Cuando Disney planificó La consagración de la primavera decidió que sus dinosaurios debían tener vida para evitar que el público se aburriera, y sin saberlo puso los cimientos de una revolución conceptual. La escena contiene tópicos como el de los saurópodos acuáticos (min.13), pero está repleta de dinamismo. Los ornitomimidos (13'30'') se mueven con agilidad y archaeopteryx (12'45'') revolotea de un modo muy vivo  El combate a muerte (15`00``) entre alosaurus y estegosaurus y la procesión de los dinosaurios (19'30'') por un mundo agonizante cautivaron a niños y adolescentes de todo el mundo, que ya no veían criaturas absurdas, sino seres fascinantes. Niños que serían la cantera de los paleontólogos que cambiaron las cosas a finales de los 60. Cuando la generación de John Ostrom sacudió la paleontología a finales de los 60 el tópico estaba agonizando...

3 comentarios:

HG dijo...

Sí, el caso del iguanodonte es paradigmático. Tampoco hay que olvidarse de las primeras imágenes de los terópodos, que los representaban verticales con la cola a modo de tercera pata, hasta que el descubrimiento de restos más completos permitió mejores reconstrucciones.
Durante mucho tiempo se ha tenido una imagen lineal de la evolución, en la que los dinosaurios eran el arquetipo de los "seres torpes" precedentes de los "perfeccionados" entre los que -¡oh casualidad!- se encontraba el homo sapiens.

José Antonio Peñas dijo...

Lo xurioso es que owen pretendía justo lo contrario, demostrar que eran superreptiles tan avanzados que era imposible que los letárgicos lagartos modernos tuvieran nada que ver con ellos,lo que (en su estrecha mente victoriana)demostraba que la evolución no era real.

Y tenía razón, sus parientes modernos son las aves, mucho más vivaces y dinámicas que las tortugas o los cocodrilos.

Anónimo dijo...

Un gran comentario perdido, era el mejor de los mejores comentarios posibles en el mundo, por supuesto.
Yo de niña llamaba lagartijas a los Agama agama, siempre serán lagartijas para mi, y son bichos la mar de coloridos y vivaces. Si Owen et al hubieran visitado esas tierras no hubieran pensado que los reptiles no pueden ser vivaces.
Me ha gustado. Espero más.

Susana-Lyuti-whatever.