Mujer iroqués

miércoles, 28 de abril de 2010

Los follasaurios (y II)

Veamos ahora la ilustración más celebrada de la serie: Pentaceratops disfruta de un día de primavera. Lo que más llama la atención en esta imagen es la actitud: él, todo disposición, se entrega con verdadero fervor, dando hasta la última gota por la patria si fuera menester y ella está como pensando mira, ese helecho parece sabroso, a ver si aquí éste termina y le meto el diente. Como decían unas amigas, entusiasmo, mucho, pero técnica, poquita. Es el clásico aquí te pillo aquí te mato.

Debo confesar que forcé un poquito la expresión del macho, que está lanzando al viento un ¡yabadadúuuuuu! mientras se le salen los ojillos de las órbitas, y lo hice por buscar un efecto cómico, pero la escena se atiene a un cierto rigor zoológico

Los ceratópsidos muestran una gran variedad de formas y volúmenes en sus golas craneanas: eso parece indicar que su función era más de exhibición que de defensa activa, lo que no quita para que la embestida de un triceratops fuera lo último que debieron ver muchos depredadores. La exhibición es un comportamiento social ampliamente observado: los machos de muchas especies son lo bastante poderosos como para que un combate físico no sea una opción deseable, ya que tanto el ganador como el perdedor pueden sufrir daños muy graves. En su lugar, los animales desarrollan aparatosas defensas que, entre otras cosas, les hacen parecer de mayor tamaño, y se miden de forma visual. El mejor decorado gana la contienda y sólo hay combate real cuando ambos están igualados. Es el caso, por ceñirnos a España, de cérvidos, muflones y cabras montesas.

Los machos luchan por un harén o un territorio apto para la cría que atraiga a las hembras, y su único interés es follar todo lo que puedan en el tiempo más breve posible. El único contacto previo con las candidatas suele ser un olisqueo para comprobar su estado de receptividad, y luego viene el mete, empuja, chorretón, saca y a por otra. A ellas les da igual quién gane o pierda los combates ya que para la época de cría los machos han desaparecido. Por eso mi guapa pentaceratops está a lo suyo, sin preocuparse de quién la está empitonando. Lo único que necesita de él son sus espermatozoides así que cuanto antes acabe y se largue, mejor.


La escena de los tiranosaurios amorosos es muy diferente. El macho está mordisqueando la nuca de la hembra de forma cariñosa y ella muestra un aspecto bastante complacido. ¿Porqué esta actitud, tan distinta a las que hemos visto antes? Se piensa que estos animales podrían haber formado grupos familiares ya que su patrón de crecimiento parece indicar que permanecían varios años con sus padres. Si ése es el caso el cuidado parental requeriría la colaboración de ambos y eso sólo se logra si se establecen vículos de pareja.

Hoy en día no hay T-rex, pero sí aves, que también son dinosaurios terópodos, y muchas especies establecen fuertes lazos afectivos. Hay casos extremos como los de los grandes albatros o los gansos en los que las parejas se forman de por vida, una vida que en los albatros puede superar los 40 años. Para forjar enlaces tan sólidos los animales ejecutan ritos de apareamiento muy complejos, como las danzas coordinadas (el ganso europeo ejecuta lo que Lorenz llamaba la ceremonia del triunfo cada vez que la pareja supera una situación difícil), y mantienen formas sensuales de contacto físico: acicalamientos, caricias… El baile y el contacto íntimo forjan el vínculo y su repetición año tras año lo consolidan. Nuestra hembra de tiranosaurio, en un gesto de confianza extrema, le ofrece a su pareja su punto más vulnerable, y el lo acaricia con los dientes, una acción de efectos muy relajantes, como hacen los albatros cuando se acicalan la cabeza con  el pico, los pingüinos emperadores al abrazarse o los loros cuando se cosquillean mútuamente la cloaca, en un símil de nuestro 69.

En cuanto a la postura propiamente dicha, en una monta la hembra tendría que sostener un peso bastante grande sobre su espalda, así que me pareció que la postura más cómoda para ambos sería esa, con ella echada en el suelo y él acuclillado, sujetándose con las garras en la espalda de su pareja para no desequilibrarse.

 

La postura de la última pareja es diferente, pese a ser también una especie de dinosaurio terópodo, pero aquí me permití bastantes más libertades porque Pelecanimimus es un ornitomímido pequeño, apenas dos metros de nariz a cola y complexión muy ligera. Unas dimensiones que le hacen muy similar a las grandes zancudas modernas como la grulla de manchuria, o la garza real, animales que tanto en sus danzas previas como en la folladas propiamente dicha pueden montarse literalmente uno sobre otro. Aquí el contrapeso de la cola facilita las cosas, mientras que las aves se equilibran usando las alas, pero el principio es el mismo. Además he hecho que los amantes jugueteen con sus picos, algo que puede verse igualmente en nuestros días (y oírse, como sabe cualquiera que viva cerca de un nido de cigüeñas). Por cierto que el fondo sobre el que monté a mis dinosaurios es un nido de garza real, y la pareja ocupante estaba haciendo exactamente eso. Borré las garzas y coloqué a los pelecanimimus en la misma posición. Finalmente decidí utilizar dos libreas, con un macho más llamativo, ya que esa es también una norma recurrente entre las aves.

Resumiendo, en los herbívoros me guié por las pautas de comportamiento de los grandes ungulados, que follan buscando simplemente la eyaculación, y en los carnivoros reflejé la similitud con las aves, que aprovechan el sexo para formar pareja. Personalmente creo que el resultado fue más que razonable.

Espero no haberos aburrido. Intentaré que las próximas entradas no sean tan densas, pero de cuando en cuando caerá algún tocho paleontológico, porque los vicios son así, y en el fondo soy un viciosete.

Y hablando de viciosetes, pelecanimimus, el alegre acróbata sexual del cretácico, es además paisano nuestro ya que el único ejemplar conocido se encontró en Las Hoyas, Cuenca. Ya sabéis, manchegos, follad con entusiasmo e imaginación ¡que nadie pueda decir que han bastado unos tristes 64 millones de años para que se pierdan las buenas costumbres en vuestra tierra!

lunes, 26 de abril de 2010

Los Follasaurios (I)

Ya que hemos aclarado los modos del verbo follar, ha llegado el momento de hablar de los follasaurios, unos animalicos llenos de gracia y ternura. Esta bitácora iba a llamarse follasaurios.blogspot, pero pensé que sólo ganaría el aplauso de los zoofílicos aficionados a la paleontología, un público selecto pero reducido, y elegí una línea editorial menos arriesgada.

Bromas aparte, quiero hablar de las ilustraciones que se agrupan bajo ese título, uno de los encargos que mejor sabor de boca me dejaron en 2009. Creo que puede ser un buen modo de explicar mi modo y filosofía de trabajo.

Focus Polonia necesitaba una portada con una pareja de dinosaurios carnívoros besuqueándose. Los terópodos, hasta donde sabemos, carecían de labios, y sin ellos el gesto de besarse es imposible, así que propuse dos T-rex haciéndose carantoñas. Aceptaron y me pidieron que emplumara a los animales, lo cual es razonable: hay evidencias de que los tiranosáuridos tenían plumas, al menos en sus fases juveniles. Preparé un modelo 3D que tenía guardado, le puse un plumaje sencillo, busqué un fondo adecuado y puse manos a la obra.

En una portada prima el efectismo antes que la información: elegí T-rex porque su mandíbula aparenta una sonrisa, lo que permite darle un toque simpático a 12 toneladas de músculos acabados en una boca que parece una picadora de carne. Igualmente busqué una pose agradable y distendida, como si les hubiéramos sorprendido correteando cuales cachorros felices y juguetones. No todo va a ser caminar de forma majestuosa aterrorizando el Cretácico, que también los superpredadores tienen su corazoncito.



El arte final requirió unos ajustes menores de color: envié el archivo y di por cerrado el tema. Semanas después me llegó un correo: al parecer necesitaban con urgencia cuatro imágenes en formato de doble página con cuatro parejas sorprendidas in fraganti. Una de ellas debía ser de sauroposeidón, un gran braquiosaurio, y tendría que estar en el mar, las otras las dejaban a mi elección.

Tenía un braquisaurio medio, así que reajusté sus proporciones: piernas más robustas, cuello de mayor longitud y cabeza proporcionalmente más pequeña. Con un cuadrúpedo terrestre erguido sólo hay una pose de cópula razonable, la monta. Lo del mar se debe a que el enorme peso de estos animales hace que algunas personas vean inviable que el macho suba sobre la hembra, y suponen que follar en el agua facilitaría la tarea. Yo debo discrepar por tres razones:

• 1: Para aligerar el trabajo de la hembra ambos animales tendrían que tener el cuerpo casi enteramente dentro del agua, asomando los cuellos. Ella estaría por debajo y su corazón y pulmones quedarían a una profundidad de entre 3 y cuatro metros, con lo que la presión dificultaría tanto la respiración como el bombeo de la sangre. A poco que el polvo durara más allá de unos minutos el animal podría quedar inconsciente o sufrir un infarto.

• 2: El propio escenario plantea otro problema. Un ballet acuático de esas características requiere un litoral que descienda de forma suave hasta 8 o 9 metros de profundidad, con un fondo lo bastante firme como para permitirles caminar sin atascarse en el lodo y follar sin hundirse ni resbalar, y una playa que facilite la entrada y la salida. No hay demasiados sitios así, y los que hubiera se degradarían rápidamente al usarlos un gran numero de ejemplares: los fondos se erosionarían dificultando el trabajo y nuestros ansiosos amigos tendrían que buscarse otro lupanar.

• 3: Mi tercera objeción es al propio problema: creo que los que lo plantean no entienden la anatomía de estos animales. La cola de los saurópodos actúa como contrapeso del cuello y sitúa el centro de gravedad en las caderas. El macho se alzaría gracias al contrapeso y cargaría su masa sobre sus patas traseras, no sobre la espalda de su pareja. Ejercería una fuerte tracción al agarrarse para empujar y no desequilibrarse, pero no veo que ese esfuerzo sea inasumible para la empujada. Se requiere un suelo firme, llano y despejado ya que clavarse un pino en los genitales puede ser una experiencia muy dolorosa, pero cualquier llanura abierta haría un buen papel.

En este caso el cliente especificó el escenario acuático, así que guardé mis objeciones y organicé la escena de acuerdo a sus indicaciones, que incluían cuerpos sólo semisumergidos. Esta postura no aliviaría demasiado el problema del peso (inexistente, insisto) y no ayudaría al equilibrio ya que buena parte del macho está fuera del agua, así que entiendo que la eligieron por criterios puramente visuales. Con esas premisas busqué una posición de cámara baja para apuntar hacia la vertical y acentuar la altura de los animales: la masa de los cuerpos queda ligeramente descentrada y la cabeza del macho se dirige contra la diagonal, para evitar que ambos cuellos queden paralelos. Además de componer una imagen (creo) muy elegante eso le da una pose acorde con la situación, ya que en muchas especies modernas el macho se contorsiona al eyacular.

Esto por lo que se refiere a la primera escena. En la siguiente entrada veremos las otras, donde pude guiarme por mi propio criterio

sábado, 24 de abril de 2010

Libros y rosas (y II)



Como podéis ver tengo un pequeño problema con el orden, pero de momento lo sobrellevo.

En cuanto a mis lecturas, me encanta la fantasía. Leo algunos autores modernos como Pratchett o Gaiman pero sobre todo tengo clásicos porque gran parte de lo publicado desde Confesiones de un Vampiro es pura basura. Con Tolkien mantengo una relación amor-odio-aborrecimiento: amo sus obras, odio los clones de El Señor de los Anillos y aborrezco a su hijo Christopher: ojalá le sodomicen, le guste, y nadie quiera volver a hacérselo.

También me va la ci-fi pero de los últimos años sólo me ha atraído China Mieville, y lo siguiente más moderno es de los 90. Tengo todo lo publicado en España de S. Lem y P. K. Dick, mis grandes amores literarios. El resto va desde Asimov, Clarke, Brown, los Strutgarski, Stapledon, Bradbury… hasta rarezas como los Viajes de Cyrano de Bergerac, el Anacronocopete o la saga del coronel Ignotus.

En narrativa general tengo gustos bastante amplios: Borges, Greene, Mendoza, Márquez, Highsmith, Bulgakov, Vonnegut, Updike… hace tiempo me dio por autores rusos, ahora estoy hurgando en la novela japonesa… hay mucho donde elegir si nos olvidamos de codices enigmáticos y capitanes depresivos.

La parte rara de mi biblioteca es la de no ficción. Mari Pili, que estudiaba Historia, se sorprendía de encontrarse en mis estantes libros que ella tenía listados como obras de consulta. Con 13 años me dio por leer Dioses, Tumbas y Sabios y El Misterio de los Hititas y la adicción ya nunca dejó de crecer. Lo que más me va es la antiguedad (de Sumer a Roma), la historia no occidental (chunga de conseguir, por cierto) y la Segunda Guerra Mundial.

El gusanillo por las ciencias me lo despertó Gould. Cuando terminé La sonrisa del flamenco me sentí Saulo llegando a Damasco: había sufrido una epifanía. El caso es que lo de la Historia en general lo entienden, pero no logro convencer a mis amigos de que además de útiles como libros de consulta, obras como El crecimiento y la Forma, El Origen de las Especies o Darwinia tienen una gran belleza y se pueden leer por puro placer ¡Que la ciencia es bonita, joder! Me dicen que sí, que vale, que bueno pero me miran raro y se apartan un poco.

En fin, con los años me he vuelto un adicto. No hay día que no tenga un libro entre las manos y a veces leo en paralelo tres o cuatro títulos. El efecto de los chutes es cada vez más breves, pero voy capeando las crisis releyendo poco a poco toda la librería y buceando en la red en pos de nuevos tesoros. Amazon se ha vuelto uno de mis camellos favoritos y con todo lo que se puede descargar gracias al proyecto Gutenberg e iniciativas similares creo que mis necesidades están cubiertas para varias décadas.

Pero nada jode más a un yonqui que la pérdida de una dosis: aunque luego consigas otra siempre suspiras por ese colocón que ya no gozarás. A mí me pasa con los libros que he perdido o me fueron sustraídos por gentes inescrupulosas. Puedo comprarlo de nuevo, pero los recuerdos que trae aparejada su lectura no pueden reproducirse. Me pasó con el primero que compré de mi bolsillo, La Colina de Watership, Me volvió a pasar con varias novelas de Patty Highsmith en una mudanza y se repitió hace un par de años con Mi Familia y Otros Animales. Éste me duele especialmente porque aún conservaba arena de playa entre las hojas.

Si alguna vez en alguna casa ajena veis un ejemplar de Mi Familia en la edición original de Alianza, con restos de una pegatina en la solapa, varias esquinas roídas y granos de arena entre las páginas, avisadme y alejaos con rapidez, antes de que suenen las Valkirias y empiece a llover el napalm. Contaréis para siempre con mi agradecimiento y en mi carnet de donante de órganos daré instrucciones para que os den preferencia en riñones, corazón e hígado. Los ojos se los tengo apalabrados a una vieja amiga, pero os juro que si no fuera ese el caso os los cedería encantado.

Os deseo a todos un montón de felices lecturas este año. Y si os dejan algún libro, devolvedlo: no causéis un sufrimiento innecesario.

viernes, 23 de abril de 2010

Libros y Rosas (I)

Esta semana coinciden mi cumpleaños y el día de San Jorge, así que entre otras cosas, mi chica me ha regalado varios libros: las novelas Primera nieve en el monte Fuji de Y. Kawabata y Al Sur de la frontera, al Este del Sol de H. Muramaki, y el ensayo Hitler 1938, el año de las decisiones de G. MacDonogh

Pronto tendré que hacer una limpieza para hacer sitio a los nuevos títulos, ya que desde primeros de año he acumulado una montañita al lado de la mesa de trabajo, así que me parece que es un buen momento para hablar de mi librería.

Según mi base de datos tengo en mis estanterías algo más de 1400 libros y 4700 tebeos (entre álbumes y comic-books). A eso hay que añadir otros 600 libros de mi chica (a ojo, ella opina que hacer una ficha de cada libro es una prueba de mis procesos obsesivo-compulsivos y sólo tengo archivados unos 300) y cosa de un centenar de nuestro hijo.

Dado que el espacio en casa es limitado, cada cierto tiempo hago una criba y decido qué libros se van porque han dejado de interesarme, se han quedado desfasados o no soportan una nueva lectura. Por ejemplo hace poco me releí la Trilogía de R, de J. Sadoul, y al final no fui capaz de entender qué pudo moverme a guardarla la primera vez. Bueno, sí lo sé: yo tenía dieciocho añitos y la prota se pasaba el día follando, lo que añadía a la obra un valor extraliterario que el tiempo ha borrado.

El caso es que mi biblioteca es bastante peculiar. Incluye cosas que mucha gente no considera como lectura, casi todos los libros están guardados en bolsitas de plástico para protegerlos y su distribución por la casa obedece a una mezcla entre plano mental y limitaciones físicas.

Según entras por la puerta, te encuentras las dos primeras estanterías, bastante amplias (unos 12 metros de baldas), donde están nuestras novelas en rústica. Ya en el salón hay un mueble sobre el que monté una chapucilla con algunas maderas para colocar los libros de arte, ya que son demasiado grandes para las baldas normales, y en los armarios del mueble, bajo los libros de arte, guardo las colecciones bolsillo. Por suerte el armario tiene fondo y me cupieron muchos libros en tres filas de profundidad por balda. Tengo buena memoria y recuerdo más o menos donde está cada colección así que no es difícil localizar un título, o no lo sería si lo tuviera ordenado, pero me temo que ahora mismo ahí dentro hay un verdadero caos.

En nuestro dormitorio mi chica guarda la mayoría de sus novelas, incluyendo una amplia colección de títulos vampíricos (pero de los que muerden y hacen pupa, no esos vampiros acomplejados de ahora) y el núcleo principal se encuentra en la habitación de al lado, mi cuarto de trabajo. Ahí se encuentran mis tebeos, algunas novelas y mi biblioteca de ciencias e historia, que a ojo de buen cubero suma unos 500 títulos. Lo bueno es que si una guerra nuclear me pilla en mi cuarto estaré protegido de las radiacciones por un grueso muro de papel. Lo malo es que la onda de choque me sepultará bajo un alud de libros pero al menos tendré lectura para entretenerme mientras muero de hambre y sed. Y menos mal que no fumo, porque entonces tras el alud vendría un fogonazo y luego el CSI recogería mis restos con una escobilla.

jueves, 22 de abril de 2010

En defensa del verbo follar (y II)

Empezaremos por repasar los términos usados por la gente que considera que mencionar el sexo de forma explícita resulta grosero y fuera de lugar. Hablamos, pues, de eufemismos.

Hacer el amor. Ningún problema con esta expresión. Pero implica que las personas que participan en los hechos se aman luego sólo es aplicable a este caso concreto.

Yacer. Por suerte esta mamarrachada está en desuso, porque unir ese verbo con el sexo me hace pensar, invariablemente, en la necrofilia. En cualquier caso yacer conlleva una pasividad que a mi modo de ver no puede aportar demasiadas alegrías mientras que follar presupone desparpajo, roce y retoce.

Copular - coitar: estos verbos no son eufemísticos, ya que describen la acción con exactitud, pero resultan fríos y carentes de sabor. Pueden servir para un polvo rutinario y mecánico, pero en las felices ocasiones en que hundimos las baldas de la cama mientras nos revolcamos como bonobos febriles y los vecinos amenazan con llamar a la policía, ambos se quedan muy cortos.

Mantener relaciones sexuales. Lo dicho sobre copular vale también aquí. Además sumamos veintiséis letras frente a las seis del humilde follar, y ni un ápice más de contenido. Sí, cubre un espectro más amplio de opciones (desde el metisaca estándar a la obsesión fetichista por los tractores) pero es terminología legal, aséptica y poco estimulante.

Hay otro tipo de eufemismos más adecuados, que buscan la complicidad del oyente a través del humor. Son expresiones como enterrar el hueso, soltar el hurón, meterla en adobo… que al ser visuales no requieren explicación, y las metáforas basadas en el verbo echar: un casquete, un quiqui, un clavo, un metisaca, un palito… Reconozco que son muy coloridas, pero sólo describen la penetración y el follar es algo más que eso. Con una excepción, echar un polvo, que además es la única que admite el superlativo: una follada de nivel olímpico puede ser coronada con la expresión ¡la virgen, qué polvazo!. No obstante al ser una forma compuesta su uso fuera del tiempo infinitivo resulta poco práctico.

Finalmente tenemos los sinónimos, todos ellos de origen latino, donde por fin pisamos terreno firme.

Fornicar: derivado de fornices, el quicio de las puertas donde las meretrices aguardaban al cliente, es un término sólido y respetable. Por desgracia está limitado a las relaciones ajenas al vínculo matrimonial, luego no es lo bastante amplio: después de casados podemos follar, pero no fornicar

Joder: otro vocablo bien enraizado, de futuere, origen además de fuck, fottere y foutre. Claro y conciso, podría ser el sinónimo perfecto, de no ser porque implica agresividad, antes que alegría. Lógico por otra parte, ya que futuere parte de la raíz indoeuropea faut (bhaut), fuerza.

Refocilar: querido público, me quito el sombrero ante esta perla del castellano, herencia del catalán medieval e inmortalizada en el Quijote. Nace de fovere, calentar u hornear, y su uso es festivo, en el sentido de deleitar o agradar, siendo así que refocilarse es deleitarse doblemente. ¿Podríamos pedir más? Pero el tiempo ha ido enterrándola y lleva más de un siglo en desuso fuera de algunos ambientes rurales.

En resumen, aunque hay sinónimos que resultan igual de coloridos, follar es un término insustituible. Ninguna otra palabra castellana abarca tanto de forma tan franca y hermosa. ¿Porqué avergonzarnos de un verbo que en esencia significa gozar? Hay que usarlo en abundancia y sin pudor, y practicarlo a menudo, de modo que la gente, al vernos caminar relajados y satisfechos, pueda decir sin dudarlo ahí va una persona bien follada

No obstante, aunque opino que deben condenarse al ostracismo los eufemismos vergonzantes, el resto de la terminología que hemos repasado está repleta de dignidad y puede usarse con toda libertad para mantener viva la riqueza de nuestro vocabulario.

Ya lo dijo el escritor Andreu Martin, yo, cuando hago el amor, echo un clavo, un polvo, un casquete, un palito, follo, chingo, y a veces ¡hasta jodo!

miércoles, 21 de abril de 2010

En defensa del verbo follar (I)



El castellano, tras siglos de fertilidad, vive hoy bajo la ominosa amenaza de la cursilería. La dictadura de las buenas intenciones castra la riqueza de nuestro idioma y abotarga nuestros oídos con tecnicismos, perífrasis y eufemismos, cada vez más rebuscados. Desde aquí quiero lanzar mi guante en defensa del hablar seco y exacto, que no entiende de sensibilidades afectadas y refleja con franqueza lo que realmente queremos decir. Llamemos a las cosas por su nombre o nos asfixiaremos bajo un manto de palabrería vacía, innecesaria y edulcorada. Habrá quien se ofenda al oírnos, eso lo doy por supuesto, pero los melindrosos seguirán encontrando reparos hagamos lo que hagamos. Por el bien de las futuras generaciones, seamos firmes y mantengamos vivo el tesoro que nos legaron nuestros ancestros.

Hoy plantaré mis reales y romperé una lanza por uno de los términos más castizos, útiles y sonoros de nuestra lengua, injustamente discriminado por literatos y columnistas pese a ser, probablemente, la palabra que más a menudo pasa por la mente del español medio a lo largo de la jornada. Me refiero, evidentemente, al maravilloso verbo follar.

No existe un término que describa con más exactitud su contenido: si tu interlocutor te propone follar, la claridad de sus intenciones es cristalina. Además es un verbo breve, sonoro y contundente, al que el fonema elle añade una cualidad musical muy agradable al oído.

Junto a varios usos ya abandonados, la RAE nos ofrece la siguiente definición de follar: practicar el coíto. Una explicación innecesaria, debo decir, porque nadie que escucha la palabra follar necesita preguntarse por su significado. Podríamos decir que este vocablo se define a sí mismo. ¿Cuantas palabras de uso cotidiano pueden presumir de lo mismo? Escasas, señores, contadas con los dedos.

Por si fuera poco lo dicho, éste es un término añejo como pocos, pues nace de nuestro padre, el latín. Follar viene de follis, fuelle, que dio origen al verbo follicare, jadear, debido a la similitud del sonido del fuelle con el de una respiración jadeante. El vulgo, siempre creativo, amplió su uso para abarcar las actividades jadeantes, y lo centró en la que, sin duda, es la más agradable de todas ellas, convirtiéndose en sinónimo de disfrutar y jugar. Hay que añadir que follicare dio origen a otro verbo clásico, folgar, que a su vez nos dio nuestro holgar, es decir, disfrutar del descanso. ¿Cabe, acaso genealogía más ilustre? Durante más de veinticinco siglos, follar ha cobijado con sólo dos sílabas el placer, el sudor y la alegría, y su primo hermano nos ha recordado la necesidad del reposo tras la agitación lúdica.

Claro que podría aducirse que nuestro diccionario rebosa de sinónimos para el verbo follar, lo que hace innecesario su uso, pero ¿acaso hay alguno que, como el original, rebose de contenido, resulte igual de conciso y pueda presumir de unas raíces tan firmes? En la próxima entrada repasaremos los principales candidatos, a ver si de verdad hay alguno digno de medirse con nuestro campeón.

martes, 20 de abril de 2010

Con Cariño

Sí, dedico esta primera entrada con cariño a algunas amigas que me han animado a meterme en enredos blogueros. Hay también un hombre entre las responsables, pero creo que si la propia RAE se dedica a darle patadas al castellano en su afán de ponerlo al día, yo puedo pasarme la norma de género para colectivos por el forro de las gónadas: si en un grupo hay más mujeres que hombres es femenino, y punto.

Tengo que decir que el contador de visitas me la refanfinfla (maravilloso verbo, pardiez) tanto o más que las normas de género. He abierto esta bitácora porque a veces me pica el gusanillo de escribir, y éste es un modo tan bueno como cualquier otro para rascarme. Si alguien se anima a leerme y/o a hacer comentarios, será más que bienvenido, pero tampoco me suicidaré si no es así.

No obstante, y dado que podría pasar por aquí alguna persona que no me conozca (hay gente así de rara, pero oye, si eso les hace felices, benditos sean) voy a presentarme, que la educación nunca está de más. Me llamo José Antonio y acabo de cumplir cuatro patitos (22 más 22). A día de hoy tengo dueña e hijo, soy ingeniero técnico agrícola (al menos tengo un papel que dice que lo soy) y me dedico a la ilustración desde antes que programaran el primer photoshop. No es broma, cuando hice mis pinitos con la versión 1.5 ya llevaba seis años trabajando.

Físicamente soy anodino: bajito, tirando a panzón y desaliñado (pero limpio, que me ducho todos los meses aunque no me haga falta). Me he puesto corbata dos veces en mi vida, y una fue por obligación estatal, cuando juré bandera. Dudo mucho que lleguéis a verme con camisa o bien peinado, y sólo se me pilla afeitado un par de días por quincena. Casi siempre visto de negro, pero no soy gótico sino vago: así no tengo que preocuparme de ir conjuntado.

Me encanta el castellano y procuro usarlo con la mayor corrección posible. Eso no me impide ser muy malhablado, porque nuestro idioma goza de una rica variedad de exabruptos y vocabulario potente. Odio la cursilería y los eufemismos bienintencionados, así que si sois de fácil sonrojar, buscaos otras lecturas. Soy materialista: antes trataba de ser respetuoso con las creencias ajenas, pero cuando descubrí que los creyentes no tienen nada de respetuosos me solté la (rala) melena y ahora soy un ateo beligerante. Si os ofende que se metan con la religión, insisto de nuevo: salid de la página (o quedaos, si es que os va el masoquismo).

Poco más hay que contar. Hablaré de aquello que me pase por la cabeza, sin orden ni solución de continuidad. Habrá abundantes entradas sobre la religión y otras mentiras, sobre mi trabajo, humor, lecturas, ciencia, historia…y dinosaurios, siempre que encuentre la más mínima excusa para ello.

Y hasta aquí la introducción. No prometo regularidad alguna, porque el ocio no es obligación, pero intentaré no dejar que la página duerma durante demasiado tiempo. Bienvenido todo el mundo, pero avisados estáis: el que me lee lo hace bajo su propia responsabilidad.